Una caída o un roce intenso son dolorosos para cualquiera. Pero para Cándido Águila, un niño burrianense de sólo cinco años, significan la aparición de ampollas en su piel. Desde su nacimiento, padece una afección hereditaria que le confiere una epidermis tan delicada como las alas de una mariposa.

"Si todos tenemos cuatro capas de piel, él las tiene pero sueltas; no puede llevar ropa áspera, tampoco lana, por lo que le pongo prendas de algodón y holgadas", explica su madre, María. "A veces, las heridas, en carne viva, le aparecen de repente, hay que pincharle y vendarle; la higiene diaria también es muy importante para evitar infecciones", añade.

En casa, no le dejan juguetes de plástico duro u objetos punzantes. "En ocasiones, me pregunta: ¿Por qué yo tengo pupas? o ¿cuándo se me van a curar?", cuenta su madre.

Pese a los contratiempos cotidianos, Cándido ha logrado llevar una vida escolar normal gracias al apoyo del colegio Francesc Roca i Alcaide. El director del centro, Víctor Rodríguez, explica los pasos que siguieron: "Cuando los padres pidieron matricular al niño el curso pasado, se pidió un informe al psicopedagogo, que determinó la necesidad de un educador, que finalmente concedió la Generalitat hacia enero".

Su anterior docente, Carmen Isach, buscó mucha información en internet y se organizaron charlas informativas para los padres de los compañeros. "Ella incluso llevó el pupitre y la silla del niño a un tapicero para que no pudiera lastimarse con las esquinas de la mesa", relata Rodríguez.

"Nunca habíamos tenido un caso así, pero el niño está muy bien integrado, es espabilado, inquieto y muy responsable", apunta el director.

Por su parte, Toni Franch, su supervisor, está en todo momento con el niño: En el aula de Infantil, en el patio durante el recreo, en el comedor --para el cual se ha conseguido una beca este curso-- o en la sesión de psicomotricidad.

Su función es tener cuidado de que a Cande no le ocurra nada, de que no caiga o reciba, sin querer, un empujón. Estar siempre ahí, pero mantenerse relativamente al margen de la clase.

"Cuando menos intervenga, mejor, la idea es retirarse gradualmente hasta que el niño, con los años, sepa autoprotegerse", manifiesta Franch.

"Seguro que cuando llegue al instituto estará totalmente integrado; hay que tener esperanza en los avances de la medicina", matiza el educador, quien comenta: "Sin duda, en el aula, la integración es doble, eso es lo más interesante".

Punto que corrobora su maestra, Chari Jorge: "Está sentado con los demás, los niños le respetan mucho, es un compañero más, pero saben que han de tener cuidado y no dañarlo".