Las obras de derribo de las antiguas naves de La Joya ya están en marcha. Los operarios ya han comenzado a actuar en el interior de la vieja fábrica de la conservera para convertirla en un solar totalmente diáfano. Hasta tres máquinas pesadas estuvieron trabajando durante la jornada de ayer para acometer las primeras labores.

No obstante, no serán unos trabajos que se ejecuten en poco tiempo, ya que la cubierta de buena parte del inmueble es de placas de fibrocemento ondulado y, por lo tanto, deberán retirarse una a una y tratando de que no se rompan para no liberar más partículas de amianto cancerígeno. Y siempre con la correspondiente autorización de la Generalitat.

El inmueble es ahora propiedad del Banco Sabadell y, aunque no existe un proyecto para el desarrollo urbanístico de los terrenos a corto plazo, la entidad financiera ha decidido demoler todas las naves y, de esta forma, acabar con los problemas de robos que se habían venido produciendo el último año en un local que se encuentra en ruina.

Las instalaciones de la antigua Joya ocupan una extensión de cerca de 12.000 metros cuadrados y, a lo largo de siete años, están en desuso, lo que ha favorecido que haya sido objeto de pintadas, tanto en el interior como en el exterior, y también de una continuada sustracción de cableado eléctrico e incluso de vigas y otras estructuras metálicas.

Finalmente, y gracias a la colaboración ciudadana, se consiguió pillar in fraganti a dos personas cortando las viguetas de hierro del recinto industrial a principios del mes de marzo de este año.

SIETE AÑOS // La empresa conservera que edificó las naves se trasladó a su nuevo emplazamiento en el 2007, dos años después de haberlas vendido a un grupo de capital catalán, Promcastalia SL, que capitaneaba el entonces presidente de la CEOE, Juan Rosell, y con sede en Esplugues de Llobregat (Barcelona). Desde ese momento, las instalaciones no han tenido ningún uso y, poco a poco, han ido degradándose e incluso se realizaron varias fogatas en su interior para quemar el plástico que recubre el cableado de cobre que los ladrones sustraían.

De manera paulatina, los robos menores han dado paso a actuaciones de mayor envergadura, hasta el extremo de comenzar a derribar la cubierta de las naves.

Posteriormente, pasó a manos de la CAM y, finalmente, al Sabadell, banco que ahora ha decidido el derribo de todo el conjunto.