Apenas cinco segundos. Es el tiempo que ha bastado para la detonación controlada de las tres torres de refrigeración de la térmica de Andorra, cerrada hace ya casi dos años, lo que supone la desaparición de un icono de la industria del carbón que ha sido la principal fuente de riqueza y empleo de la zona en los últimos 40 años.

Una infraestructura que tiene relación con Castellón, ya que en los años 80, cerca de una veintena de ayuntamientos de Els Ports presentaron una denuncia colectiva porque la central térmica contaminó el norte de la provincia. De hecho, se pudo comprobar que estas instalaciones y sus emisiones causaron la muerte de miles de árboles, desde su puesta en funcionamiento en 1982, justo hace 40 años.

Dinamitan las torres de la central térmica que contaminó el norte de Castellón hace 40 años

Las movilizaciones en contra de las emisiones de gases de la central térmica de Andorra se sucedieron durante los años ochenta. Castelló acogió una de aquellas manifestaciones en la que participaron los partidos políticos, sindicatos y colectivos sociales y culturales. El alcalde de Vilafranca, Rogelio Tena (PSPV), fue uno de los promotores de las protestas.

Los diversos estudios y análisis realizados en los pinos de la zona constaron la contaminación de esta central. Tras la querella criminal presentada por los consistorios, capitaneada por el abogado Benjamín Casañ, a Endesa y por ende al Gobierno, la vía judicial dio la razón a los denunciantes.

Quitaron la denuncia tras llegar a un acuerdo, a cambio de 5.000 millones de pesetas en inversiones, y se colocaron unos filtros en las chimeneas para reducir las emisiones contaminantes. Fue un paso clave que minimizó el impacto de forma clara.

Dinamitan las torres de la central térmica que contaminó el norte de Castellón hace 40 años

En cuanto a la voladura de este viernes, Endesa, propietaria de las instalaciones, ha utilizado 250 kilos de dinamita para hacer volar por los aires estas moles de 104 metros de altura y cerca de 40.000 toneladas de peso, una voladura de gran complejidad técnica que marca un hito en el cambio de era que vive buena parte de la provincia de Teruel.

La destrucción de estas gigantescas estructuras modifica el propio paisaje de todo el Bajo Aragón histórico, ya que podían verse en el horizonte a una gran distancia de kilómetros. De hecho, en diversos puntos del término municipal de Morella, en la zona de Torremiró, también podían apreciarse las gigantescas torres. Cuando funcionaban, también era apreciable el humo que emitían.

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Dinamitan las torres de la central térmica que contaminó el norte de Castellón hace 40 años JAIME GALINDO / AGENCIAS / ENDESA

Estudios técnicos neutrales y la evidencia de los hechos, junto a la coincidencia de iguales afecciones en zonas cercanas a otras centrales de carbón, como la coruñesa de As Pontes, terminaron por doblegar las resistencias oficiales y, a principios de los años 90, se llegó a un compromiso. Se retiraron las denuncias contra Andorra a cambio de 5.000 millones de pesetas en inversiones (entre las Administraciones y la compañía) para instalar potentes filtros que retendrían el 90% de las emanaciones sulfurosas, que eran las causantes del grave problema ecológico. A partir de entonces, las cosas mejoraron.

La demolición de este emblema industrial está también cargada de simbolismo para los habitantes de este territorio por el significado que esto tiene. Al margen de las espectacularidad de los imágenes, representa un último adiós a una forma de vida en torno al carbón que ya ha dejado de existir sin que todavía se haya materializado hasta la fecha la prometida transición justa hacia una nueva economía. De ahí, los sentimientos de nostalgia, resignación y una cierta tristeza que se observan entre quienes pueblan estas tierras, pero también hay un halo de esperanza cada vez mayor al empezar a vislumbrarse inversiones empresariales de calada que puede significar una oportunidad de prosperidad.

Aún queda en pie el otro gran símbolo de la central, la chimenea de 343 metros, considerada la segunda edificación más alta de toda España, cuyo derribo se prevé llevar a cabo a principios de 2022. 

Todo ha salido según los previsto. Con puntualidad, a las 11.30 horas se ha accionado los explosivos tras una cuenta atrás de diez segundos y pronunciada con acento italiano, país origen del grupo Enel, propietario de Endesa.

Las tres torres, de forma hiperboloide, son idénticas en sus medidas y características geométricas, con 83 metros de diámetro en su base y 50,7 en la coronación. Fueron construidas entre 1978 y 1979 en hormigón y cada una de ellas tenía un peso de 12.577 toneladas. Eran el componente fundamental del ciclo de producción de vapor que movía las turbinas para generar electricidad. Su función consistía en enfriar el agua caliente proveniente de los condensadores de los grupos de producción de energía.

La voladura ha sido también un hito desde el punto de vista técnico, siendo la primera que se hace en España de tres torres a la vez. En este sentido, para la realización de esta actuación se había diseñado un exhaustivo procedimiento con el objetivo de garantizar unas condiciones absolutas de seguridad y efectividad.

Previamente se han llevado a cabo trabajos de preparación y descontaminación, con la retirada de 6.000 toneladas de amianto alojadas en su interior y de aislamientos (descalorifugado), unas tareas que se han realizado siguiendo los estrictos procesos establecidos en la normativa aplicable sobre estos residuos peligrosos.

El proyecto de desmantelamiento y demolición de la térmica inició los trabajos en campo el 25 de febrero de 2021. Se trata de una operación de gran complejidad técnica que está movilizando ingentes recursos. Las obras tienen un presupuesto de 60 millones y darán empleo a 140 trabajadores de media hasta 2025.