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Los 12 campos de concentración de Franco en Castellón: "Eran una tumba colectiva de hombres exhaustos"

Eran campos de 'triaje' en los que encerraban a prisioneros republicanos a los que ejecutaban, sometían a torturas y humillaciones, y muchos morían de hambre

Imagen de prisioneros republicanos confinados en un edificio sin identificar de Castelló.

Imagen de prisioneros republicanos confinados en un edificio sin identificar de Castelló. / Biblioteca Nacional de España

Mucha parte de la sociedad asocia los campos de concentración al holocausto nazi y piensa en Auschwitz o Mauthausen, por ejemplo. Pero aquí mismo, en la provincia de Castellón, salvando las distancias y su función, también hubo tras la finalización de la guerra civil y la victoria del régimen franquista. Funcionaban como centros de reclusión y se habilitaron en múltiples sitios. Cualquiera dependencia podía servir: cines, plazas de toros, iglesias, conventos, escuelas, viejas fábricas...

El historiador Juan Luis Porcar los define como «campos de triaje» donde «se clasificaban a los prisioneros a partir de las delaciones de las comisiones de los pueblos, para conducirlos a establecimientos penitenciarios convencionales más cercanos, en muchos casos, a sus lugares de origen». No obstante, en muchos puntos de España, se perpetuaron campos de trabajo para los prisioneros políticos que permanecieron años y años en funcionamiento.

"En España hubo un holocausto ideológico"

Para el periodista Carlos Hernández de Miguel, autor del libro Los campos de concentración de Franco: Sometimiento, torturas y muerte tras las alambradas, estos campos de concentración fueron la primera pata de un sistema represivo que convirtió a todo el país en una inmensa cárcel repleta de fosas. En ellos, presos políticos y prisioneros de guerra fueron asesinados, murieron de hambre y enfermedades y padecieron todo tipo de torturas y humillaciones. «En España no hubo un genocidio judío o gitano, pero sí un verdadero holocausto ideológico, una solución final contra quienes pensaban de forma diferente», apunta el historiador en una entrevista a Levante, también del grupo Prensa Ibérica, al que pertenece Mediterráneo.

Los cálculos de este investigador sitúan el número de españoles afectados por los campos de concentración entre los 700.000 y el millón. La cifra de víctimas en ellos supera con creces los 10.000. En la Comunitat Valenciana hubo 41 campos, 12 de ellos en la provincia de Castellón.

Prisioneros capturados en la provincia de Castellón.

Prisioneros capturados en la provincia de Castellón. / Mediterráneo

Recintos con un enorme número de prisioneros

Hernández de Miguel revela que, salvo en algún caso puntual como el de Castelló, los campos de concentración de la Comunitat tienen muchas similitudes con los que se abrieron en Madrid, Murcia y la zona oriental de Andalucía. Es decir, su organización, longevidad y funcionamiento tenían mucho que ver con el momento tan específico en el que se abren: el final de la guerra. «Son, por lo general, recintos que acumulan un enorme número de prisioneros porque, además de los combatientes capturados, se llenan de presentados: miembros del Ejército republicano que se han marchado a sus casas ante la inminente derrota, pero que son llamados a presentarse en los campos de concentración a través de anuncios en prensa, bandos pegados en las paredes, anuncios en las radios o incluso mensajes difundidos por vehículos militares con altavoces», indica.

Almenara

Era un campo estable. Estuvo ubicado primero inicialmente en el campo de fútbol y después en un terreno rodeado de alambrada, habilitado en las afueras de la localidad, muy cerca de la estación de ferrocarril. Congregó a más de 3.000 prisioneros. Operó, al menos, entre el 8 de abril de 1939 y junio de ese año.

Lugar en el que se encontraba el campo de concentración de Almenara, según pudo documentar el investigador José Sevilla Aragonés.

Lugar en el que se encontraba el campo de concentración de Almenara, según pudo documentar el investigador José Sevilla Aragonés. / 'Los campos de concentración de Franco'

Azuébar

Fue un campo, aparentemente, provisional, cuya ubicación desconocen los expertos. Operó, al menos, durante abril del año 1939.

Burriana-Nules

Al igual que el anterior, su duración fue provisional. Estaba situado en la playa de Nules, pero en la mayoría de las ocasiones era conocido comúnmente como campo de concentración de Burriana. Activo, como mínimo, durante abril de 1939.

Ficha clasificatoria de un prisionero del campo de concentración de Burriana.

Ficha clasificatoria de un prisionero del campo de concentración de Burriana. / 'Los campos de concentración de Franco'

Castelló de la Plana

Era estable. El campo estaba situado en el cuartel de San Francisco, que tuvo como mínimo, durante los tres primeros meses de su funcionamiento, un importante apéndice en la plaza de toros. Operó desde junio de 1938 hasta, al menos, septiembre de 1939. Actualmente se conserva la plaza de toros y uno de los edificios del antiguo cuartel.

Imagen histórica del cuartel de San Francisco que funcionó como campo de concentración en Castelló.

Imagen histórica del cuartel de San Francisco que funcionó como campo de concentración en Castelló. / Colección J. Prades

Xilxes

Campo, aparentemente, provisional. Ubicación desconocida. Operó, al menos, durante abril de 1939.

El Toro-Barracas

Lo llamaban campo de El Toro-Barracas. Aunque su ubicación es oficialmente desconocida, todo apunta a que era un único campo situado en el paraje del Molinete, dentro del término de El Toro. Abierto, al menos, durante abril de 1939.

Moncofa

Estaba ubicado en la playa de la localidad, donde se concentraron un mínimo de 3.500 prisioneros. Operó, al menos, durante los meses de abril y mayo de 1939. Hoy en día se conserva el edificio que sirvió de puesto de mando del campo.

Lugar en el que estaba ubicado el campo de concentración de Moncofa.

Lugar en el que estaba ubicado el campo de concentración de Moncofa. / Associació Memòria Històrica Quart de les Valls El Molí

Pina de Montalgrao

Ubicación desconocida. Operó desde el 28 de marzo de 1939 hasta, al menos, el 16 de abril de ese año.

Segorbe

Campo, aparentemente, provisional. Ubicación desconocida. Operó, al menos, durante abril de 1939.

Soneja

Campo provisional. Habilitado en una amplia zona junto al río Palancia, situada a dos kilómetros de esta localidad del Palancia en la carretera que conduce a Azuébar. En él fueron encerrados, simultáneamente, más de 12.300 prisioneros. Operó entre el 7 de abril de 1939 y el 2 de mayo de ese año. Se instaló alrededor de una antigua fábrica de papel. Se dividía en dos partes, cada una a un lado del río Palancia.

Restos de uno de los edificios que formaron parte del campo de concentración de Soneja.

Restos de uno de los edificios que formaron parte del campo de concentración de Soneja. / Lara Cardona

Sot de Ferrer

Campo provisional. Habilitado en un amplio terreno rodeado de alambradas en el camino que conduce a la ermita de San Antonio. En él fueron encerrados, simultáneamente, 12.100 prisioneros. Operó desde, al menos, el 7 de abril de 1939 hasta el 27 de ese mismo mes, en el que fue absorbido por el campo de Soneja.

La Vall d'Uixó

Campo provisional. Ubicado en un terreno cercano a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Reunió a un mínimo de 1.500 prisioneros. Operó, al menos, en abril de 1939.

Lugar en el que estaba ubicado el campo de concentración de la Vall.

Lugar en el que estaba ubicado el campo de concentración de la Vall. / Associació Memòria Històrica Quart de les Valls El Molí

"Señalaban a alguno de nosotros y ya no lo volvíamos a ver"

En los esclarecedores trabajos de investigación tanto de Juan Luis Porcar como de Carlos Hernández de Miguel, los dos historiadores incluyen testimonios de prisioneros que sufrieron en sus carnes cómo era el día a día en estos campos de concentración.

Así, por ejemplo, Manel Aragonés Altabella, tal como apareció reflejado en el artículo Els allistaments a Quart de les Valls (de José Sevillà), cuenta que estuvo retenido varios meses en el campo de concentración de Almenara, donde les interrogaban continuamente y les hacían cantar todas las mañanas el Cara al sol. «De vez en cuando, venían algunos hombres con gabardinas, acompañados de guardias civiles y algún sacerdote, y nos ponían en fila, señalaban a alguno de nosotros y se lo llevaban. A esas personas ya no las volvíamos a ver», relata.

En Moncofa, otro testimonio, anónimo, cita que el campo de concentración de esta localidad estaba entre la playa y el huerto de naranjas. Rememora que el pan y las sardinas que daban a los prisioneros eran en cantidades «muy racionadas». Lo habitual eran «los maltratos, la falta de agua, las condiciones de calor y el cambio de objetos personales de valor a los centinelas para conseguir naranjas», apunta.

Orden del Gobierno Militar de Valencia en el que se detallan algunas de las localidades que contaban con campos de concentración en los días posteriores al final oficial de la guerra civil.

Orden del Gobierno Militar de Valencia en el que se detallan algunas de las localidades que contaban con campos de concentración en los días posteriores al final oficial de la guerra civil. / Mediterráneo

"Nos golpeaban todo el cuerpo con la mayor brutalidad"

Hernández de Miguel incluye en su libro una declaración de un recluso que estuvo en el campo de concentración de Moncofa (Vicente Belmonte) que habla por sí sola de cómo era el trato inhumano que recibían y las continuas torturas que sufrían: «Con la mayor brutalidad, golpeaban todo el cuerpo: la espalda, la cabeza y el rostro, el pecho y el vientre, y puntapiés en los testículos. Aquello parecía una tumba colectiva de hombres exhaustos, a los que se les escapaba la vida bajo el rigor de aquellos tormentos».

Tapados con ramas y comiendo huesos de animales

De forma homóloga, otro cautivo en el recinto habilitado en Sot de Ferrer, Josep Lamarca, remarca que el campo de concentración de esa localidad del Alto Palancia llegó a alojar más de 15.000 prisioneros custodiados por soldados con perros y doble hilo de alambre, en «unas condiciones inhumanas de supervivencia, durmiendo en el suelo tapados con ramas y comiendo lentejas y huesos de animales hervidos. Los carros transportaban cadáveres de fosas improvisadas».

Inanición y epidemias

«Algunos prisioneros ya no salieron y perdieron la vida en estos presidios improvisados a causa de las condiciones infrahumanas que sufrieron, ya que se calcula que en España miles de internos murieron de hambre y epidemias en las prisiones de Franco o por ser víctimas de ejecuciones y sacas incontroladas», hace hincapié Juan Luis Porcar.