La Vall d’Uixó es un compendio de historias que han ido ensamblándose con el paso del tiempo y que tienen su reflejo en un entramado urbano que esconde muchas singularidades, entre ellas la principal, la que motiva su nomenclatura como poble de pobles. Y es que su distribución por barrios tiene poco que ver con el crecimiento propio de cualquier otra ciudad. En la Vall, cada uno tiene un significado relevante porque explica cómo lo que solo era un pueblo en un llano rodeado de montañas, fue creciendo alimentado por el desarrollo de la famosa Fábrica Segarra, de la que queda ya poco.

Con algo más de 30.000 habitantes, esta ciudad de la Plana Baixa se encuentra entre las urbes más grandes de la provincia. La industria, la agricultura y el comercio se conjugan como pilares que sustentan su economía, con un referente indiscutible en el sector turístico: les Coves de Sant Josep, que con más de 200.000 visitas cada año, es la mejor puerta para una ciudad que ha visto en la promoción de su identidad una oportunidad que ya no puedan aplazar más tiempo.

Una de las características que convierten a la Vall en un lugar diferente lo estableció en su origen el agua, que es el elemento vertebrador de su idiosincrasia. Un barranco partía el municipio en dos y estableció una división que se ha mantenido hasta el día de hoy en el imaginario colectivo --aunque el barranco ahora es una de las vías principales de comunicación del casco urbano--, lo que motivó el nacimiento del poble de dalt y el poble de baix. De esta particularidad etnográfica queda testimonio en muchas expresiones culturales y sociales, como ponen de manifiesto sus dos fiestas patronales, las de Sant Vicent (abril) y la Sagrada Familia y el Santísimo Cristo (octubre), vinculadas precisamente com ambos barrios del casco histórico. A partir de ahí, a medida que la Fábrica Segarra se convirtió en polo de atracción de trabajadores venidos de toda España, en especial de Andalucía, fueron creándose otros barrios en las periferias que hoy están plenamente consolidados y guardan entre su vecindario un sentimiento de pertenencia indiscutible. Sería el caso del Toledo, Carbonaire o de las pintorescas viviendas de la Colonia Segarra o del Carmaday, a los que hay que sumar otros como la Colonia San Antonio, el Grupo la Unión... Cada cual con sus propias fiestas, costumbres populares, centro vecinal...

PASEAR PARA CONOCER

Entre las iniciativas que el Ayuntamiento ha impulsado en los últimos años para dar a conocer precisamente esta realidad está la programación de Nits d’històries i historietes, rutas guiadas nocturnas que ofrecen a los vecinos y los visitantes detalles que dan sentido a la evolución de la Vall hasta convertirla en la ciudad que es hoy en día. En todos estos paseos nocturnos se pueden conocer los enclaves patrimoniales más relevantes, como las iglesias parroquiales del Santo Ángel o la Asunción, las ermitas del Cristo o Sant Vicent, el entramado de acequias soterradas bajo sus calles, el acueducto romano de San José, las necrópolis distribuidas a lo largo y ancho del término municipal o la línea XYZ trazada en la guerra civil, sin las que no se entendería el hoy.