Entender a los poetas como custodios de la lengua, como seres capaces de generar un espacio para pensar el mundo y recordarnos nuestra pertenencia al lenguaje. Joseph Brodsky, en un ensayo dedicado a W. H. Auden, decía que «si un poeta tiene una obligación para con la sociedad, es la de escribir bien». Y añadía que, si no cumple con ese deber, «se hunde en el olvido». El griego Yannis Ritsos fue, qué duda cabe, un poeta comprometido, a nivel político y social, sí, pero, y sobre todo, con el lenguaje y con la memoria de una tradición e historia que todavía sigue provocándonos admiración, como es la de la antigua Grecia, alimentada por mitos y leyendas.

Para muchos, Ritsos es el mayor poeta griego del siglo XX, y no sólo eso; el francés Louis Aragon llegó a considerarle «el poeta más grande de nuestra época». Sumergirse en alguna de sus obras es una experiencia enriquecedora, ya que aborda —tanto en prosa como en verso— esa cosmogonía y cosmografía del pasado helénico que sigue estando muy presente cultural y socialmente.

Recientemente, ha aparecido un nuevo título de sus ya célebres monólogos escritos mitad en prosa, mitad en verso, en los que «recupera» la esencia del pathos griego, y lo hace a través de una mujer anciana, Helena, que rememora acontecimientos de su vida pasada, con sus fantasmas y sus particulares dramas, pero también con sus anhelos. Así, y gracias a la impecable labor de traducción de Selma Ancira, tenemos la oportunidad de volcarnos en un texto donde la mujer y el mito, dos de los temas más recurrentes en la obra de Ritsos, vuelven a confluir para expresar aquellos sentimientos, problemas y conflictos de la propia vida del poeta helénico, y del tiempo que le tocó vivir. 

Para Ritsos, fue la mujer, es la mujer de hecho, la que soporta el peso del mundo, con su sufrimiento y su trabajo, algo que queda patente en el soliloquio de Helena, donde afloran un sinfín de pesares, como por el ejemplo la importancia de los hechos, de las palabras con las que nombramos a las cosas pero que pueden resultar «ingenuas, engañosas, consoladoras, siempre ambiguas [...]», de la historia y su vigencia, de la representación... Aparecen en estos pensamientos al vuelo de la protagonista algunos de los héroes mitológicos, Paris, Menelao, Aquiles, Agamenón, Cástor y Pólux... pero lo hacen con cierto pesar, como dando a entender que poco a poco esa historia, ese saber, se va desvaneciendo con el paso del tiempo, hasta el punto de que se produce un hundimiento tras otro de nuestro ser, de nuestra condición, pues perder nuestra identidad es, en cierto sentido, perderlo todo.

Es este un poema, un soliloquio poetizado, repleto de interrogantes, de desasosiego, de contemplaciones silenciosas. Es una lectura dramática, no hay duda, pero no por ello deja uno de querer ahondar en esos relatos míticos, en querer explorar esos aspectos psicológicos y existenciales de su protagonista, Helena, una mujer que ya forma parte de esa estela de mujeres desoladas pero tenaces de la lírica y de la épica griega. 

'Helena' (Acantilado), de Yannis Ritsos.