Una mezcla generacional en la Burriana del Arenal Sound
Los comercios del Grau de Burriana afrontan de manera dispar la semana del Arenal Sound.
La inflación hace mella al incrementar servicios como la recarga de móviles.
Pablo Ramón Ochoa
El Arenal Sound ha vuelto a desembarcar en Burriana y con ello el paisaje vecinal del Grau experimenta su tradicional transformación. Muchos vecinos optan por irse esta semana, otros, como una señora tomándose tranquilamente un granizado, conviven con los chavales que cargan bolsas del súper hacia el cámping del festival.
A muchos comercios, sobre todo a los súper, bares, cafeterías y locales de comida rápida, les beneficia: siguen teniendo público. Otros, como es el caso de mecánicos o floristerías —a pocos sounders les da por comprar flores para decorar su tienda de campaña— ven una batalla perdida. Por lo general, el panorama sigue igual al de los años anteriores.
Negocio alrededor del festival
De todas formas, algún cartel ‘reciclado’ de años anteriores atestigua que los últimos meses han estado marcados por la inflación, que no perdona a los festivaleros: «Carga de móviles, 4 euros», indica un letrero, y se nota que el «4» está puesto con un folio por encima del precio anterior. El mismo establecimiento también vende baterías cargadas al 100 % por 20 euros, un precio ligeramente superior al que se paga por ellas en una tienda de electrónica (15 euros), pero disparado.
Cerca de allí, la fila es larga en un kebab. «En siete días saco para tres o cuatro meses. La semana del Arenal hago lo mismo que todo el invierno», dice a Mediterráneo Ankit, propietario del local. Un local de comida casera para llevar también triunfa: «a los jóvenes les encanta la pasta, el arroz, algo calentito y bueno. Y ahora vienen más educaditos y con más respeto», dice Sonia, quien se encarga de preparar platos calientes.
Dos caras
Las cafeterías también lucen repletas en la mañana, con los sounders resguardándose del calor y curando la resaca con café y aire acondicionado. Cristina, empleada de cafetería, dice que no pierden dinero. «Al contrario, ganamos. De vecinos queda un 20 %, pero tenemos más gente que antes», recalca.
En la esquina de enfrente, una floristería se queda sin clientes. «De normal abro por la tarde también, pero esta semana no tiene sentido, el volumen es mucho menor y solo abro por la mañana», lamenta la mujer que atiende en el local de flores, que prefiere no decir su nombre.
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