España se ha consolidado como una gran potencia tenística. Todavía tiene muchos retos pendientes, pero su autoridad en tierra batida es incuestionable, sagrada. En su superficie predilecta, es la mejor. En Barcelona y Sevilla derribó a los dos gigantes, a Australia y a Estados Unidos. Y en París, en Roland Garros, la armada española ha conseguido sus mejores resultados individuales en un Gran Slam.

Carlos Moy aniquiló ayer a Estados Unidos igual que, hace cuatro años, Juan Carlos Ferrero fulminó a Australia tras imponerse a Lleyton Hewitt en el Palau Sant Jordi. Barcelona y Sevilla, las mismas ciudades que en 1992 protagonizaron un año mágico con los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal, también quedaron ayer hermanas. Si el Sant Jordi encumbró al tenista valenciano, en la capital andaluza se ha consagrado internacionalmente Rafael Nadal, el campeón más joven de la Copa Davis.

España ya tiene dos Davis, un registro todavía modesto, pero los expertos auguran que en La Cartuja puede empezar una nueva época. Un nuevo ciclo. Una repetición del dominio que el tenis femenino impuso en la década de los 90. Hasta en cinco ocasiones Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez ganaron la Copa Federación.

El poder de las chicas

Mucho le debe el tenis español a Arantxa, campeona individual de Roland Garros en tres ocasiones y que también se coronó en el Abierto de Estados Unidos en 1994. En dobles, la barcelonesa triunfó en Wimbledon y Australia. Conchita Martínez, campeona de Wimbledon hace 10 años, y Virginia Ruano también han tenido sus momentos de gloria. No obstante, la primera gran tenista española fue Lilí Álvarez, tres veces subcampeona en Londres en los años 20.

En los últimos tres lustros, España se ha convertido en un referente mundial de un deporte que empezó a popularizarse en nuestro país tras la histórica victoria ante Estados Unidos en el RCT Barcelona, en 1965. Ese mismo año, Manuel Santana ganó el Abierto de Estados Unidos y un año después triunfó en Wimbledon. Y en su currículo ya figuraban dos Roland Garros. Él fue el primer gran campeón español, un campeón en blanco y negro al que muchos jóvenes quisieron emular. Entre ellos, Manolo Orantes, triunfador en Inglaterra y EEUU.

Una gran hornada

Antes, el tenis español vivía de la irrupción puntual de una estrella. En los últimos años, desde que Sergi Bruguera ganó dos ediciones consecutivas de Roland Garros, los candidatos a inscribir su nombre en un gran torneo se han multiplicado. Albert Costa ganó en París en el 2002 y cedió el trono a Ferrero. El romance entre el tenis español y Roland Garros (11 títulos individuales) contrasta con la eterna pesadilla de Australia, donde nadie ha ganado en individuales.