Hace ocho meses, en un Camp Nou con ganas de recuperar la ilusión pero sin poder sacudirse de encima el escepticismo de dos años de fracasos, Pep Guardiola lanzó al aire una promesa que entonces pudo sonar a frase bien hecha, sin más. Bajo el lema de la persistencia, el técnico empeñó su palabra de honor en el Barça que acababan de entregarle. "Abróchense los cinturones, que lo pasaremos bien", proclamó. Sin dejar de tocar con los pies en el suelo, Guardiola ha guiado al Barça por las nubes. Ya es inolvidable, pero ahora llegan las emociones fuertes. Es el viaje de fin de curso. Aquel compromiso, en la presentación del Joan Gamper, se ha convertido en una especie de profecía.

La realidad ha superado incluso al propio autor, que en un año ha pasado de patear los campos de Tercera a tener delante un calendario inalcanzable para cualquiera. Ha pasado de pelear por el play off de ascenso a Segunda B a aspirar al triplete (Champions, Liga y Copa), en medio de una ola de admiración que está ya por encima de los éxitos. Un triplete que solo está a su alcance después de que el Manchester fuera ayer eliminado de la Cup por el Everton en la tanda de penaltis.

PROBLEMA DE HORARIOS En contra de lo que muchos pensaron cuando escucharon aquellas palabras, el Barça ha ido mucho más lejos de lo que esperaban. Después de no parar de ascender en toda la temporada, ha llegado la hora de abrocharse los cinturones. Hay mucho en juego. Y sin respiro. Precisamente, el calendario y la elección del horario de los partidos en la Liga es una complicación.

Por ejemplo, la visita a Valencia del sábado. El club desearía jugar a las 8 de la tarde para tener más tiempo de descanso ante el compromiso del martes con el Chelsea en Champions. Pero la hora fijada es a las 10 de la noche, con lo que llegará de madrugada. El Madrid también anda enredando y se muestra reticente a adelantar el duelo del Bernabéu al sábado, tal como ha solicitado el club azulgrana para poder preparar la visita a Londres. Ahora el clásico está en el aire.