Neuer, el modelo de portero moderno, convertido en el quinto defensa de Alemania, en el improvisado líbero, y M’Bohli, su colega de Argelia, arquetipo del meta de toda la vida que se pasa la vida bajo el larguero, se aliaron para llevar el partido hasta la prórroga. Tan eficientes fueron, tan fundamentales resultaron sus intervenciones, que solo una genialidad imprevisible decantó el duelo. Y cayó, como suele pasar, hacia el lado de Alemania.

La experiencia y la tradición, de nuevo, pesaron en ese balón mascado y saltarín que dibujó una extraña curva por el forzado taconazo de André Schürrle, que había pasado de largo pero que rectificó a tiempo para pillar el centro de Müller, un excepcional futbolista que no paró de correr y de crear, dentro y fuera del área. Tan heroica fue la resistencia de Argelia que después de que Özil remachara el triunfo en el último minuto, Slimani procuró que la derrota fuera más honrosa.

La resistencia física de los futbolistas llegó al límite en un partido tenso y extenuante que duró dos horas por la eficiencia de los porteros. Alemania le debe tanto el triunfo a Schürrle, el más acertado, como a Neuer, que salió 17 veces del área en los primeros 90 minutos. Un indicativo de lo adelantada que jugó la defensa germana y de la verticalidad rival.

Alemania combinó con mucha horizontalidad al principio y nunca pudo sorprender al rival ni intimidarlo para evitar que se creyera con opciones. Al contrario, Argelia jugó sin complejos hasta el final. Los germanos, que se vieron sorprendidos así por el último equipo africano en doblegar el brazo en Brasil, tendrá que mejorar sus prestaciones si quiere eliminar ahora a Francia de los cuartos de final. H