En la tierra de las aspirinas esperaba Marcelino enfrentarse a un dolor de cabeza, casi jaqueca, por la previsible salida en tromba del Leverkusen, obligado a encomendarse al grito de Groucho Marx: ¡Más madera, es la guerra! Para contrarrestarlo, y con la ventaja de los dos goles de la ida, lo mejor era llamar a la tranquilidad y no volverse loco. El diseño del plan era claro: jugar con la necesidad del rival y apostar por la inteligencia. Vamos, lo que se dice competir en Europa; y a eso no le ganan muchos a este Villarreal, capaz de darle la posesión al contrario y dejarlo estéril. Porque sufrir, lo que se dice sufrir, poco. Anoche, el Submarino volvió a ser el Submarino.

En el plan, la gran novedad fue Asenjo. Un cambio que también salió bien. El guardameta palentino reapareció sin miedo en un partido de clave y no tardó en demostrar su solvencia para dar la tranquilidad necesaria a sus compañeros. ¡Bienvenido! Solamente le faltó el gol al Villarreal, pero más por orgullo y por la rentabilidad económica de la Europa League que por pura necesidad. Y lo mereció, porque estuvo muy cerca.

Llegar a los cuartos de final es un premio que hay que valorar y mucho. Después de eliminar al Nápoles y al Bayer Leverkusen, dos equipos top que nadie quería y que se han quedado en el camino.

La emoción continúa hoy con el sorteo en Nyón y el domingo contra el Barcelona en El Madrigal. Y ahí sí: ¡más madera, es la guerra! O el fútbol de nivel, que tenemos la inmensa fortuna de disfrutar. H