En 40 minutos en Las Gaunas, el Valencia ya había cometido diez faltas, su media por partido en LaLiga. La activación y la rebeldía que reclamaba Albert Celades a sus jugadores también era esto. A diferencia del trote calmado en Jeddah, Mallorca y (aunque se empatase) Valladolid, en Logroño los blanquinegros saltaron al campo con el nervio de un partido de voltaje y el compromiso que nace con naturalidad cuando se juega en Londres o Ámsterdam.

Ahí se cimentó la victoria de un Valencia batallador, solidario en el esfuerzo y que con un testarazo del uruguayo Maxi Gómez (minuto 15) y muchos kilómetros defendió con dignidad su condición de campeón de la competición copera. Ahora, el Valencia espera rival para octavos de final con su identidad rehabilitada.