OTRA MANERA DE CELEBRAR EL CENTENARIO ‘GROGUET’

Andrés Palop se quita un peso de encima: 25 años después, promesa cumplida

El portero de l’Alcúdia, uno de los héroes del ascenso del Villarreal CF a Primera, cierra el círculo un cuarto de siglo después de aquella noche mágica en San Lázaro y, como se comprometió, peregrina a Santiago 

Andrés Palop, dentro de la catedral de Santiago, con la imagen del apóstol al fondo.

Andrés Palop, dentro de la catedral de Santiago, con la imagen del apóstol al fondo. / RAQUEL MARTÍNEZ

Juanjo Lozoya

Juanjo Lozoya

La celebración del centenario del Villarreal CF se ha solapado con otra gran efeméride para el Submarino, los 25 años del primer ascenso a Primera División. Para entender la magnitud de aquel hito hay que retroceder a mayo de 1997, cuando se produjo «el mejor fichaje en la historia del club». Así definió el irrepetible José Manuel Llaneza la llegada de Fernando Roig. El empresario aterrizó con las ideas clarísimas y frases directas: «¿Cuánto dinero debe el club?». El carismático vicepresidente intentó maquillar la cantidad para que no echara atrás la compra diciendo que sobre unos 150 millones de pesetas (un pastizal entonces, aunque ahora suene a calderilla). Roig le ganó para siempre cuando, al conocer la cifra, dijo al asesor que le acompañaba: «Apunta el doble». Ahí arrancó un binomio (uno ideólogo y el otro brazo ejecutor) que ha convertido el Submarino en un transatlántico, mejorado con la incorporación de Fernando Roig Negueroles, la combinación de los dos primeros.

Fernando Roig, a hombros de Paco Salillas, junto a Palop y Luis Pascual en el estadio de San Lázaro la noche del ascenso a Primera.

Fernando Roig, a hombros de Paco Salillas, junto a Palop y Luis Pascual en el estadio de San Lázaro la noche del ascenso a Primera. / MANOLO NEBOT

Un primer mensaje optimista

El primer mensaje del presi fue que en dos o tres años el equipo estaría en Primera. Subió esa misma temporada. A partir de ahí nadie ha vuelto a dudar de la palabra de Roig. Él no cuantifica la dimensión del Villarreal por la sala de trofeos, le basta dar una vuelta por Vila-real para valorarla. Por ejemplo, cuando llega al estadio, que ha pasado de un aforo de 8.000 espectadores, con una grada de preferencia donde apenas cabían las cámaras de televisión, a tener capacidad para 23.500 con todo cubierto. O cuando va a la Ciudad Deportiva, con casi 400 empleados en nómina (solo personal, sin incluir salarios para alrededor de 200 futbolistas), con 600 chavales entrenando bajo la disciplina del Submarino (más otros 600 del Roda en la otra ciudad deportiva), y cerca de 100 alojados en la residencia, ejemplarizando la teoría de que el Villarreal no puede competir económicamente en fichajes con los grandes clubs y tiene que fabricar sus estrellas.

Lejos quedan los entrenamientos del primer equipo de prestado en el campo de Zirconio, en la Garrofera de Almassora (si llovía, en el polideportivo), Onda o Betxí. Roig ha admitido que ha invertido 180 millones de euros de su patrimonio (aquí sería Llaneza quien diría que se ha quedado corto), pero el club tiene ahora un valor de marca que ronda los 140 kilos (más otros cerca de 300 de la tasación de la plantilla). Cifras de club grande que cambió su historia aquel 24 de mayo de 1998 contra el Compostela.

El guardameta baja del avión en el viaje a Santiago para disputar el encuentro de vuelta de la promoción de ascenso.

El guardameta baja del avión en el viaje a Santiago para disputar el encuentro de vuelta de la promoción de ascenso. / MANOLO NEBOT

Emoción compartida

Andrés Palop, uno de los héroes de aquel equipo, tenía una promesa pendiente desde entonces. «Al conocer el sorteo comenté en casa que si subíamos haría el Camino de Santiago por mi primera gran gesta en el fútbol», explica el portero de l’Alcúdia, que entonces tenía 24 años. Su extensa carrera (se retiró a los 40) y otros condicionantes retrasaron el momento, hasta que hace unas semanas llegó la hora. Seis días y 120 kilómetros de peregrinación desde Sarria (Lugo) hasta la catedral de Santiago, con un instante muy emotivo cuando cerca del destino, en el horizonte, a un lado queda el estadio de San Lázaro y al otro el templo. «Fue muy emocionante. Hice una foto y la puse en el grupo de Whatsapp que compartimos los jugadores del equipo del ascenso», comenta Palop, que desvela la clave del éxito. «Éramos una familia, se produjo la combinación perfecta entre veteranía y juventud. No he vuelto a vivir aquel ambiente en ningún otro vestuario», detalla. Andrés recomienda la experiencia del camino. «No solo por la parte emocional, que en mi caso significó una liberación personal, sino porque humaniza, el trato con la gente es increíble. Ha sido el mejor viaje de mi vida», reconoce, y eso que tiene mucho mundo recorrido, primero como profesional del fútbol y ahora en su faceta de entrenador, comentarista deportivo, miembro de una empresa de representación de futbolistas y padre de portero (su hijo Alejandro está pendiente del mercado tras la experiencia en Primera RFEF con el Sanse). 

Palop, de caminata durante la peregrinación a Santiago de Compostela semanas atrás

Palop, de caminata durante la peregrinación a Santiago de Compostela semanas atrás. / RAQUEL MARTÍNEZ