El día 1 de mayo celebramos el Día del Trabajo, que la Iglesia ha puesto bajo el patrocinio de San José Obrero. Con esto motivo os ofrezco unas breves pinceladas sobre el trabajo humano en la Biblia y en la enseñanza de la Iglesia. En la Biblia el trabajo pertenece a la condición originaria del hombre: es una característica propia y exclusiva del ser humano, pertenece a su dignidad. Cuando Dios creador plasmó al hombre, a su imagen y semejanza, lo invitó a trabajar la tierra (cf. Gn 1, 28; 2, 5-6). Fue el pecado de nuestros padres lo que transformó el trabajo en fatiga y dolor (Gn 3,6-8); pero en el plan divino el trabajo mantiene inalterado su valor y su finalidad.

Es muy importante comprender el trabajo humano bajo esta perspectiva. El hombre se dignifica por el trabajo, porque mediante él desarrolla su dignidad y sus capacidades, contribuye al sostenimiento propio y de la familia así como al desarrollo de la creación y de la sociedad. Por esto es muy doloroso que tantas personas no encuentren un empleo hoy en día.

Benedicto XVI, siguiendo a San Juan Pablo II abogó por una coalición internacional a favor del trabajo decente. Y el papa Francisco ha señalado que, ante un mundo globalizado, un trabajo para ser digno ha de ser libre, creativo, participativo y solidario. A esto hay que añadir la necesidad del descanso dominical. La actividad laboral debe finalmente permitir «al hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación» (GS, 35). Para ello se necesita vivir una espiritualidad que ayude al cristiano a santificarse a través del propio trabajo. El ser humano se hace cercano a Dios por su trabajo y participa en su obra creadora. Así lo entendió San José, que proveyó con su trabajo a las necesidades de la Sagrada Familia e hizo de su trabajo oración y santificación en su taller.

*Obispo de Segorbe-Castellón