Aun día de que se cumplan los ocho meses desde que ETA anunció su firme voluntad de dejar las armas, aún cuesta encontrar a ertzainas patrullando a pie por las calles de Euskadi. Con 30 años y 15 muertos a causa del terrorismo, la policía vasca vive inmersa en un intenso debate sobre cuál ha de ser su modelo en un País Vasco sin ETA. Los consultados coinciden en que tras años de estar en el punto de mira de los terroristas y ser objeto de una dura campaña de hostigamiento en las calles, la Ertzaintza necesita readaptarse al nuevo marco de convivencia y recuperar las aceras que durante años solo han podido pisar protegidos con material antidisturbios.

La amenaza de ETA y de la violencia callejera obligó a los agentes de la Ertzaintza a protegerse. A nivel personal, les forzó a esconderse, a ocultar su identidad como policías, a trasladar su hogar fuera de Euskadi, a tomar medidas de autoprotección permanentes y a no fiarse de nadie. En cuanto a procedimientos de trabajo, se convirtieron en un cuerpo de combate que creció casi exclusivamente en su lucha contra la banda y contra la violencia radical en las calles. Un dato, todos los vehículos policiales son blindados, salvo las últimas adquisiciones. Y el uniforme de seguridad ciudadana es el tradicional mono ignífugo oscuro que solían vestir las unidades antidisturbios. "Hubo un momento en Euskadi que a los ertzainas nos quemaban vivos", dice Roberto Seijo, uno de los responsables de Erne, el sindicato mayoritario de la policía vasca.

EL FUTURO, A DEBATE Para este sindicato, el modelo policial por el que tiene que trabajar la Ertzaintza está claro: "Recuperar el espacio perdido en las calles". Un análisis que coincide con el del parlamentario del PNV, Mikel Martínez. Tras el verano, Erne celebrará un congreso sobre el futuro de la policía vasca.

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