Antes de que estallara la moción de censura liderada por Pedro Sánchez, cuando parecía aún lejana la sucesión de Mariano Rajoy, eran varios los nombres que se repetían en las quinielas, empezando por el de Alberto Núñez Feijóo y sin olvidar a Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. En muy pocas aparecía entonces el de Pablo Casado. Era el año 2018.

Para sorpresa de la mayoría, en las primarias celebradas en julio de ese mismo año, Casado acabó ganando en segunda vuelta a Sáenz de Santamaría y fue elegido presidente del PP, dejando atrás a la generación de todos esos dirigentes llamados por unos, por otros o por ellos mismos a ocupar el puesto. "Si yo gano, nadie pierde", dijo entonces. En esos días prometía integración y ofrecía el discurso más agresivo de todos los candidatos.

También era discurso más ideológico, el que apelaba en todo momento a recuperar los principios y valores del partido. Tanto que criticó en más de una ocasión la gestión del Gobierno en el que fue vicepresidenta su rival en este combate y que él mismo, desde las alturas de Génova, arropaba.

Ya entonces muchos dirigentes le criticaron, e incluso le llamaron la atención personalmente, por esas críticas y por algunos de sus ataques a otros aspirantes en este proceso. Pero Casado les hizo poco caso. Ahora la historia se ha repetido en parte, y ha sido una pugna interna la que le ha separado del poder, de una presidencia que no ha ocupado ni cuatro años y gracias a la cual ha ido en dos ocasiones a las urnas. El pulso con la Puerta del Sol, con un Isabel Díaz Ayuso que él mismo aupó y que ahora ha certificado su caída, le ha dejado sin apoyos.

Tampoco él ha escapado de los escándalos durante este tiempo. Su tono agresivo con los adversarios políticos ha contrastado con el silencio que llevó por bandera a la hora de tratar polémicas que le han afectado a él de manera personal. Las dudas sobre su currículum y al cuestionado máster en Harvard/Aravaca nunca han dejado de planear sobre su cabeza.

Pero igual que no todos le aceptaron como sucesor de Rajoy, sí se ganó el respeto de otras voces con peso dentro del Partido Popular. "Si me tiene que renovar alguien, que sea Pablo Casado. Es un tipo estupendo". Lo dijo hace unos años, José María Aznar. Fue en un acto de campaña en Ávila mucho antes de que se planteara incluso optar a la presidencia, como si Aznar ya predijese que su pupilo iba a medrar mucho antes de lo previsto.

Porque Pablo Casado (Palencia, 1981) tuvo una meteórica carrera en el PP, donde empezó de la mano de Esperanza Aguirre y de Aznar y acabó siendo, antes de esas sorprendentes primarias, uno de los miembros de la última dirección del partido liderado por Mariano Rajoy.

Diputado en la Asamblea de Madrid entre 2007 y 2009, con Aguirre de presidenta de la Comunidad, dejó su escaño para ser director del gabinete del expresidente Aznar. En el PP había entrado en 2003 y solo dos años después, en 2005, fue elegido presidente de Nuevas Generaciones, cargo que ocupó durante ocho años, hasta 2013.

Así ha sido la despedida de los diputados a Pablo Casado

Así ha sido la despedida de los diputados a Pablo Casado Agencia ATLAS / Foto: David Castro

Dos años después, en 2015, dio el salto a la cúpula del PP, primero como portavoz de la campaña de las municipales y autonómicas de mayo de 2015 y luego, cuando Rajoy decidió renovar la dirección tras los malos resultados obtenidos, como vicesecretario de Comunicación. Casado entraba con este cargo en un nuevo comité de dirección del PP que introdujo otras caras jóvenes y nuevas para el panorama nacional, como Fernando Martínez-Maíllo, Javier Maroto y Andrea Levy.

Desde su aterrizaje en la cúpula popular, Casado ha estado muy presente en los medios de comunicación. Pero además ha tenido una agenda repleta, en muchos casos mucho más cargada que la de sus compañeros del comité de dirección, y ha acudido a todo acto social, económico o cultural al que fuera invitado. Parecía que se estaba preparando para su destino de líder. Quería ser conocido pronto por la sociedad española.

El político conservador siempre ha presumido de sus mentores en política y de haber trabajado con Aguirre y Aznar. En su momento se distinguió de otros dirigentes del PP por su buena relación con Albert Rivera en su etapa como líder de Ciudadanos. Su actitud a veces condescendiente, y a veces agresiva, con Vox desconcertó a muchos.