Hubiera sido estupendo para el PP que marzo fuera tranquilo en el Congreso de los Diputados, pero no va a ser el caso. La primera semana estaba sin plenos, pues es tradición que no los haya durante las primeras semanas de mes, pero el estallido de la guerra en Ucrania por la invasión de Rusia ha marcado un día en el calendario con el que no contaba nadie: el 2. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparecerá para exponer la información recabada y desgranar lo que harán al respecto su Ejecutivo, la UE y la OTAN. A continuación, los partidos de la oposición recurrirán a sus máximas figuras parlamentarias para darle la réplica, excepto uno. En nombre del PP no intervendrá su líder, al menos el formal. Intervendrá quién ya ha asumido el control: Cuca Gamarra.

Nadie entre las filas populares espera a Pablo Casado. Es lo que indican a El Periódico de España, diario del mismo grupo, Prensa Ibérica, que este periódico, seis altos cargos del partido y del grupo parlamentario. En el entorno del aún presidente de los populares no tienen claro qué hará el miércoles que viene, o prefieren no desvelarlo, y en el de Cuca Gamarra eligen la cautela. Sin embargo, los dirigentes consultados en los ámbitos orgánico, territorial y parlamentario descartan que sea él quien tome la palabra.

Otra cosa es su asistencia. La mayoría cree que el líder del partido durante estos casi cuatros últimos años no volverá a ocupar el escaño. "Vamos a ver, pero él ya se despidió", apunta una fuente con altas responsabilidades en una comunidad autónoma.

Vivir en política después de un trauma

Una fuente parlamentaria consultada por este diario revela que Casado ha comunicado ya a su núcleo de confianza que cuando deje la presidencia, abandonará todo, incluida el acta de diputado. Esto último es algo que concierne sólo a él. Los escaños son de titularidad personal, no del partido. "Él dejó muy claro, esta semana, que dejaría todo en el caso de no ser ya el presidente", recalca esta fuente. Pero sigue siendo presidente. Despojado de voz y de autoridad, pero sigue siéndolo.

A Pablo Casado sólo le esperan en la Junta Directiva del martes y en el congreso extraordinario de primeros de abril. Entre ambos hitos, irá al despacho y colaborará en los flecos organizativos del citado congreso. Su actividad prevista, hasta que formalmente se retire de cualquier cargo, girará a lo privado y a lo discreto, a ningún lado más. Es lo que aseguran las fuentes.

Como en cualquier decisión política, influye lo personal. Casado, desde que dio por cerrado el ciclo de renovación orgánica (a la espera de las estructuras en las comunidades uniprovinciales, como Madrid), orientó la estrategia y la planificación a la Presidencia del Gobierno. Se vio clarísimo en la convención nacional de Valencia, en octubre. Él mismo intervino en los detalles del evento porque lo concibió como el inicio de un viaje con final en la Moncloa. Quienes trabajaron con él aquellos días terminaron agotados, tal fue la intensidad con la que preparó la convención.

La demoscopia echó el resto. Cada semana, las empresas que ha contratado Génova para medir la temperatura electoral le servían "tracking" en los que, a pesar de que su tirón iba a veces al alza, otras veces a la baja, siempre destacaba un patrón: Sánchez no daba más de sí. Se acercaba su momento, eso pensaron Teodoro García Egea y él. En esta euforia se enmarca el adelanto electoral en Castilla y León.

Cuando Casado comprobó que estaba solo, el lunes y el martes pasados, sufrió un "shock", aseguran quienes le conocen bien. Sabía que su gestión estaba siendo cuestionada en los grupos parlamentarios y en los territorios por las maneras del secretario general. Hace un año, justo antes de la fallida moción de censura de Murcia, algunos barones estaban decididos a plantearle la destitución del número dos. Directamente y sin miramientos. Pero la actualidad política, trepidante, les obligó a desviar sus intenciones. Casado, en realidad, no pensaba cambiar a los vicesecretarios ni retocar la estructura de la dirección (ha tenido, sin embargo, tres jefes de gabinete, un detalle muy revelador). Al PP, a él, le guiaban objetivos mucho más trascendentes. Apartarse de ellos era impensable. Así también se comprende su enorme resistencia a dejarlo.

Todos los cargos consultados coinciden, por tanto, en que Casado no intervendrá en el hemiciclo el miércoles próximo. Dudan sobre si asistirá, aunque la mayoría se decanta por el "no". Dudan también sobre cuánto tiempo retendrá el acta de diputado, pero no de que Casado abandonará el escaño. El enigma es si lo hará después de la Junta Directiva de este martes o tras el congreso de abril.

"Casado es presidente del PP, pero absolutamente testimonial. Intervendrá ante la Junta Directiva y punto". Es la versión de un mandatario del partido que ha sido testigo directo de la crisis.

Todo el poder para Cuca Gamarra

Una fuente del círculo de Pablo Casado responde lacónico cuando se le pregunta esto, descartado ya que sea el representante del PP en pleno del miércoles: ¿Cuca Gamarra le consultará al menos? "Pregúntale a Cuca", fue la contestación.

En el Partido Popular ven el debate de Ucrania como el primer examen de la portavoz, nombrada coordinadora general hasta, al menos, el congreso extraordinario de abril. Aguardan semanas intensas y frenéticas a Cuca Gamarra porque marzo está repleto de sesiones plenarias. No habrá descanso hasta la semana del cónclave de los populares, en el que será encumbrado Alberto Núñez Feijóo salvo sorpresa mayúscula.

Gamarra ha decidido 'bunkerizarse' desde el pasado miércoles. Junto a sus dos personas de máxima confianza (básicamente su jefe de gabinete, Ángel Fernández, quien antes lo fue de Íñigo de la Serna en Fomento, y la directora de comunicación, Flor Raposo) ha meditado los primeros pasos que dar. Le acompañarán diputados como Guillermo Mariscal o Pablo Hispán, cuya influencia ha ido aumentando desde que pasó a formar parte de la dirección del grupo.

La exalcaldesa de Logroño ha atravesado una semana muy dura, como todos en el PP. Tuvo un papel complicado el miércoles porque se encargó de acompañar a Casado hasta que se marchó del escaño. El lunes anterior fue de las dirigentes de más alto rango que con mayor claridad abogó por la convocatoria del congreso extraordinario. Su obstinación ha sido, inciden las fuentes, encontrar una manera rápida de sellar las heridas abiertas, que más que heridas han sido fracturas. En esta lógica, la única solución consistía en poner fecha al congreso, y ponerla cuanto antes. Es lo que ha sucedido.

Resulta comprensible que optara por dicha convocatoria si se repara en cómo llegó al puesto que ocupa, después de la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo. Tuvo que coser un grupo deshilachado y animar a decenas de diputados descorazonados. Durante la etapa anterior, argumentan fuentes de su equipo, falló la coordinación interna. Ayudada por Jaime de Olano, Carlos Rojas, Mariscal o Macarena Montesinos, encargada de la coordinación de los temas a tratar en las comisiones, el espíritu parlamentario del PP se fue restableciendo.

Las citadas fuentes son muy reservadas acerca de la relación que ha tenido con Teodoro García Egea. Integrantes de la dirección del grupo reconocen que la han visto, en ocasiones, muy sola. Saben de la ascendencia del exsecretario general sobre numerosos diputados. Llamó la atención, por ejemplo, que en las negociaciones con el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, para intentar desatascar el Consejo General del Poder Judicial no hubiera desempeñado un papel más decisivo. Pareció en otoño que lo tendría, pero no fue así.

También se ha percibido, internamente, una dualidad en el grupo popular, si bien muy silenciosa. El avance de la legislatura está confirmando la intrascendencia parlamentaria en la que ha entrado. Sus 88 diputados apenas influyen en las votaciones. Los puentes con el PSOE, en el Congreso, están inutilizados, pues sólo se transitan para departir cuestiones de pura rutina. En los temas políticos, en leyes de relevancia, no existe intercambio. Aunque en las comisiones los portavoces dialogan y negocian, los acuerdos, si los hay, se convierten en hechos excepcionales. También se dan coincidencias en votaciones, pero son aisladas y sin traducción legislativa.

Un sector del grupo, es verdad que reducido aunque bien posicionado, espera que la tendencia cambie con la llegada de Feijóo. Si se consuma el viraje, esto tendrá una derivada: no se trata de apoyar la agenda del Gobierno, que no se comparte, sino de influir en ella y alejarla así de ERC y EH Bildu.

A Gamarra se le atribuye un perfil moderado, aunque no ha dado muestras de él en los debates. No obstante, poco después de su llegada a la portavocía, tras curar las heridas internas, empezó a tener interlocución con el PNV, lo que en tiempo de su predecesora no sucedió. Fue un tanteo, ya que el paso de los meses ha mantenido a los dos grupos en posiciones diametralmente opuestas. Tampoco ha habido relación fluida con Cs ni con el PSOE, a pesar de que con Edmundo Bal y Héctor Gómez existen cordialidad y simpatías mutuas. Con quien no habla Gamarra, y si habla es para saludar, es con la dirección de Vox. Tampoco con ERC o EH Bildu.

La peor crisis de la historia del PP se ha saldado, de momento para ella, con la designación como coordinadora nacional, un cargo al que la plana mayor de los populares ha recurrido en diversas ocasiones, la última para dar peso a Fernando Martínez-Maillo. En ausencia de María Dolores de Cospedal por ser ministra de Defensa, el hoy senador se erigió en la autoridad del partido en todos los terrenos.

Esa misma autoridad es la que tendrá Gamarra al menos durante un mes. Su primer cometido fue posicionar al partido en el respaldo al Gobierno para que tomara las decisiones oportunas sobre la invasión de Rusia a Ucrania, siempre en los marcos de la UE y la OTAN. El miércoles que viene hará lo mismo, pero no en el formato liviano y cómodo de la declaración institucional, sino en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados y en interpelación directa a Pedro Sánchez.