ELECCIONES VASCAS

Euskadi pone a prueba la estabilidad del Gobierno de Sánchez en la primera gran pugna entre PNV y Bildu

Cualquier resultado que deje al PSE sin un papel decisivo haría fracasar sus expectativas de mínimos, pondría en duda una reedición de su coalición con los nacionalistas vascos y sometería a una prueba de estrés las alianzas del Gobierno

Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar, durante la firma del acuerdo de investidura.

Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar, durante la firma del acuerdo de investidura. / José Luis Roca

Iván Gil, Paloma Esteban

El País Vasco llega a unas elecciones decisivas este domingo en las que la pugna entre el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y EH Bildu es más fuerte que nunca. Hasta el momento estas dos fuerzas jamás estuvieron tan igualadas, con sondeos en los que la izquierda abertzale ha llegado a estar por delante del partido hegemónico en esa comunidad, lo que implicaría un cambio político y sociológico de primer orden. La campaña electoral empezó plana, sin apenas alteraciones, y en los últimos días se recrudeció por el fantasma de ETA y la negativa del candidato abertzale a llamarla “banda terrorista”. Las urnas medirán la afectación real de la polémica y, sobre todo, la resistencia del nacionalismo vasco.

El Partido Socialista de Euskadi (PSE) se juega este domingo conservar la llave para la gobernabilidad. Mantener los apoyos suficientes para servir de muleta al PNV y sumar los 38 escaños que garantizan la mayoría absoluta. Cualquier resultado que deje al PSE sin un papel decisivo haría fracasar sus expectativas de mínimos, pondría en duda una reedición de su coalición con los nacionalistas vascos y sometería a una prueba de estrés las alianzas del Gobierno

Máxime si EH Bildu se convierte en primera fuerza y, aun sin capacidad de gobernar por el veto anunciado del resto de formaciones, se ve así legitimado para subir el precio de sus acuerdos con Pedro Sánchez.

La estabilidad institucional tanto en Euskadi como en el resto de España depende en buena medida de cómo salgan los socialistas vascos de estos comicios. Si logran impedir o no que el PNV tenga que apoyarse en un tercer actor. No para la investidura de Imanol Pradales, que estaría garantizada en segunda votación al bastar con mayoría simple, pero sí para la gobernabilidad. Las encuestas, además, no confirman la representación de Sumar en el Parlamento vasco, lo que obligaría a una compleja geometría variable con Bildu o con PP.

De producirse este escenario, en Ferraz no esconden su desconfianza sobre que el PNV se vea tentado a no reeditar su coalición e, incluso, a buscar un acuerdo con EH Bildu, pese al reiterado rechazo de los jeltzales durante la campaña. Una tentación, corroboran fuentes del PSE, que dependería de los resultados y del “clima” que se instale en la política vasca a partir de la noche. La amenaza de Bildu a la hegemonía del PNV no impedirá que pierdan el gobierno, al estar el partido de Arnaldo Otegi lejos de la mayoría absoluta, pero sí contribuirá a agitar el tablero y generar incertidumbre sobre la estrategia a seguir por cada fuerza.

En lo que los partidos nacionales coinciden es que el PNV no renunciará, en ningún caso, a seguir gobernando Euskadi. En sus últimas entrevistas, Pradales se ha mostrado convencido de que su partido volverá a demostrar la fortaleza electoral intrínseca a la comunidad y que quedará por delante de la izquierda abertzale. 

Un tercer actor y el PP

Aparentemente, las elecciones vascas no implican tantos peligros para la estabilidad del Gobierno central como los comicios en Cataluña del 12 de mayo por dos motivos: la convicción de los nacionalistas vascos y los socialistas de que volverán a sumar, y la insistencia de Bildu en que no hará tambalear la gobernabilidad en ningún caso. Los actores catalanes, por contra, se muestran mucho más combativos y los mensajes velados -algunos transformados en amenazas- sobrevuelan la legislatura desde su inicio.

Pero cuando el domingo se cierren las urnas habrá mucho que analizar. En el caso de que no haya suma suficiente entre PNV y PSE, el PP está dispuesto a jugar sus cartas. En este momento los populares tienen seis escaños en el Parlamento Vasco. Concurrieron en coalición con Ciudadanos en 2020 y ahora aspiran a mejorar ese resultado con Javier de Andrés a la cabeza. En los cálculos del PP vasco hay una horquilla que va de 7 a 9 parlamentarios. El propio Alberto Núñez Feijóo, en el último día de la campaña, elevó el tono contra el PNV para equipararlo a Bildu y cortar la fuga de votos hacia los nacionalistas.

En Génova siguen teniendo presente la cifra de los 131.000 votos que Feijóo consiguió en las generales del mes de julio. Un número que dobla los 60.600 votos que los populares obtuvieron en las autonómicas de hace cuatro años y que será difícilmente repetible, pero que sí abre la puerta a un crecimiento relevante.

Si el PP tuviera opción de exhibir la llave ante una coalición PNV-PSE para evitar que Bildu entre en el Gobierno vasco, la empleará. En el partido en Euskadi aún pesa la gestión que se hizo de los pactos tras las elecciones municipales, facilitando la alcaldía de Vitoria al PSE y la diputación de Guipúzcoa al PNV gratis. La filosofía era la misma que ahora: evitar que los abertzales entraran en más instituciones.

Coalición PNV-PSE en riesgo

Con este abanico de posibilidades, fuentes del PSE apuntan: “El gobierno de coalición sería posible con menos de 38 escaños, pero se lo pensarían”. En Ferraz aseguran que sus últimos ‘tracking’ mantienen la representación del PSE en diez escaños y “picando hacia arriba”, pero reconocen que sigue la pelea entre PNV y EH Bildu por la primera plaza. Si el PNV baja más de lo previsto en su particular batalla con la lista que encabeza Pello Otxandiano, no sería suficiente con que Eneko Andueza conservase la actual fuerza del PSE. Necesitaría más.

De no reeditarse la coalición entre PNV y PSE, cuando en Moncloa hablan de una alianza “estratégica” de presente y futurohay riesgo de un efecto dominó. Los nacionalistas vascos y el PSE tienen un acuerdo global de gobernabilidad que va desde las diputaciones forales a los ayuntamientos. Asimismo, el PNV es en el Congreso un “socio preferente” del Ejecutivo.

Aunque una victoria de Bildu no llevase al PNV a replantearse su relación con los socialistas, dejaría igualmente al Ejecutivo de Pedro Sánchez en una posición de mayor debilidad. Primero, por las críticas de la oposición de alimentarlos con sus acuerdos de investidura. Un discurso que ya se produjo tras las elecciones gallegas, con el BNG doblando en votos a un PSdeG que cayó por debajo de su suelo histórico. Segundo, porque todo hace presagiar que Bildu aumentaría sus exigencias en el Congreso a cambio de sus votos.

Facturas pendientes

EH Bildu no firmó ningún acuerdo de investidura con el PSOE para dar su apoyo a Sánchez. Su objetivo, como vienen reconociendo en la dirección de Ferraz, era arrancar acuerdos en la negociación de los Presupuestos. La decisión de prorrogar las cuentas públicas fue un varapalo para la formación liderada por Arnaldo Otegi, pues ya había alcanzado un preacuerdo que consideraba beneficioso y le permitía competir con los acuerdos alcanzados por el PNV. La prórroga de los Presupuestos lo dinamitó todo sin poder rentabilizar en la campaña medidas arrancadas al Ejecutivo. Fuentes de las negociaciones reconocieron al inicio de la campaña que estaban “molestos” al decaer aquellos compromisos.

A todo ello se suma el choque en estos últimos días por la negativa del candidato de EH Bildu a considerar a ETA como una “banda terrorista”. Tras ello, el PSE reiteró que descartaba cualquier posibilidad de entendimiento tras las elecciones, y en el Gobierno se reconoció la falta de madurez de sus socios parlamentarios, cambiando el discurso tras dos investiduras facilitadas por los abertzales, varios pactos presupuestarios y hasta un acuerdo para una moción de censura en Pamplona para dar la alcaldía a EH Bildu. 

El pragmatismo durante los últimos años de los abertzales y su participación en los actos del Congreso de homenaje a las víctimas de terrorismo habían encauzado una relación que ahora vuelve a enseñar sus costuras a la espera del “clima” que pueda instaurarse a partir de este lunes en función de los resultados.