Hoy, 14 de abril, será la última vez que Juan Blanco (Castellón, 1956) abra las persianas de su negocio: Papelería Blanco. Atrás quedan 50 años de vivencias, anécdotas y muchas noticias. Todo comenzó gracias a su padre, Anastasio, quien se hizo con la paraeta ubicada en la calle Tenerías, 45. «Inauguramos el mismo año en el que se creó el Instituto Femenino (actual IES Penyagolosa ), que estaba muy cerca de aquí. Contábamos con todos los artículos de papelería que un estudiante podía necesitar. La oferta la completamos con un amplío catálogo de periódicos y revistas», recuerda emocionado Blanco, quien añade que con 14 años ya estaba ayudando a su padre en el negocio. «Yo estudiaba, pero cuando no estaba en clase pasaba las horas en la papelería e incluso hacía los deberes allí».

En aquella época, las instalaciones de Mediterráneo estaban en la avenida del Mar, muy cerca de allí. «Yo llevaba la prensa de tirada nacional a la redacción y conocía a todos los periodistas, Jaime Nos, José Mª Marcelo o José Luis Torró, entre otros», expone.

A los servicios de papelería y prensa se le fueron uniendo otros como la venta de chucherías y los juegos de azar. «El inicio de la Quiniela, que era lo único que existía entonces, con su 1, X, 2, supuso un punto de encuentro para muchos castellonenses, después ya vinieron la Primitiva, el Bonoloto...», indica Blanco, y agrega que al principio «el fidelizar clientes era una gran satisfacción, la gente del barrio te conocía y tú a ellos también y enseguida se establecía una amistad. Me sabe muy mal tener que jubilarme por ellos, ya que en los momentos más duros han estado presentes, pero es lo que me toca", señala Blanco, esbozando una pequeña sonrisa.

El castellonense se inició en la profesión desde muy joven.

El ‘psicólogo’ del barrio

Papelería Blanco ha sido mucho más que un simple pequeño comercio, pues durante muchos años fue un servicio público con una función social en el barrio. «El camino ha sido muy bonito. Tener contacto directo con todos tus clientes todos los días, una charraeta con uno, la parida de otro o el simple cotilleo que te contaban con total confianza te daba la vida. Eran momentos muy entrañables», rememora el castellonense, quien se atreve a decir que «en ocasiones nos hemos convertido en los psicólogos del barrio».

«Esto es muy sacrificado. Hay que abrir todos los días del año, fines de semana y festivos, incluido», manifiesta Juan, quien reconoce que este ritmo de vida resulta muy duro y es consciente de que con él se acabará la saga familiar de quiosqueros. «Mis hijos no continuarán, tienen otros trabajos y no creo que ahora hubiera sido una buena opción», revela. 

"Al principio, fidelizar clientes era una gran satisfacción. Se establecía enseguida una bonita amistad"

«Lo mejor que podía pasarme ahora era poder jubilarme». Así de contundente se expresa Blanco, quien dice que «este último año ha sido el más complicado, aunque también es verdad que en la última década el bajón en el sector ya se había hecho notar». «El comercio pequeño se está acabando porque las grandes superficies lo aglutinan todo. Antes en cada barrio había una carnicería, un quiosco, un ultramarinos... pero actualmente solo me queda decirles a los compañeros de mi profesión que tengan mucho ánimo».

Asimismo, Blanco vuelve a echar la mirada atrás y señala que los grandes momentos de su negocio llegaban con el fin de semana. «Los sábados y los domingos los periódicos se vendían como churros, al igual que pasaba con la mítica Hoja de los lunes. Como efemérides, los días posteriores al 23F y a los atentados de Nueva York o Madrid han sido donde más ejemplares he vendido».

"Lo mejor que podía pasarme ahora es jubilarme. Voy a dedicar el tiempo a la familia y a las aficiones olvidadas"

¿Y ahora qué?

El castellonense declara que «aunque le parecerá raro no abrir mañana», ya sabe lo que quiere hacer el resto de su vida. «Me gustaría disfrutar de la familia, pasar mucho tiempo con mi mujer, mis hijos y mis nietos. Además, cuando la situación del covid-19 sea favorable también quiero hacer algún viaje, que por un motivo u otro, nunca había tiempo», argumenta y añade que «ahora también podré retomar una afición casi olvidada como es la pesca, que tan buenos momentos me ha dado. Sin duda, no voy a tener tiempo para aburrirme». Por cierto, hoy es el cumpleaños Juan Blanco, así que ¡muchas felicidades!