Obituario

Gracias Dani

Daniel Llorens

Daniel Llorens / MEDITERRÁNEO

Daniel Náger

Querido amigo:

Han pasado ya dos semanas, y la verdad es que todavía no me lo creo. Quince días después, sigo viviendo y repasando cada uno de los segundos que compartimos en el Hospital General de aquella madrugada interminable del 19 de febrero en el que la vida, la tuya, la mía, la de todos, se paró en seco. Nueve horas fatídicas, las últimas cinco en un sillón horrible en el que no encontraste descanso ni un minuto. El destino, tan caprichoso, tan cruel, había decidido que había llegado tu hora. A las 5.29. Ya lo decía Aute: Presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga, quiero que no me abandones… Al alba. Y lo hizo paralizando lo mejor que tenías: un corazón tan grande que no te cabía en el pecho.

No puedo borrar de mi mente tu imagen, apoyado en mi hombro, antes de desplomarte. La posterior nube de médicos, enfermeras… caos. Por el único hueco que quedaba libre asomó tu mano. Solo pude cogerla y prometerte que todo iría bien. Pero esta vez no fue así. Esta vez no.

Aquella madrugada despedí no solo a un magnífico maestro en lo profesional, sino a un amigo extraordinario. A un hombre que sin conocerme, en mi primer día de trabajo en una redacción decidió poner a mi disposición su agenda de contactos, sin duda el mayor tesoro que un periodista de raza pero analógico de 1998 podía tener. “Si necesitas algún teléfono, ahí la tienes”.

Lo demás, es de sobra conocidos por todos. De bien nacidos es ser agradecidos. Una sólida amistad a prueba de los años. Hasta 26. ¡Casi nada! Lealtad por encima de competencia. Constancia contra las adversidades. Apoyo en lugar de personalismos. Fuimos más que una marca. Los Danieles.

Fuiste un maestro en lo profesional y en lo personal. Un apoyo, un compañero por el viaje de la vida, un confidente, un hermano mayor… Siempre discreto, pero omnipresente. E inconfundible. Genio y figura. Dejaste huella en todo lo que hiciste. En el periodismo, pero también en todas las personas que nos fuimos cruzando en tu camino a lo largo de los años. Y visto lo visto todos estos días, pusiste un pedacito de ti en cientos de nosotros.

Genio y figura

Como tu idolatrada Josefa Flores González, la Pepa (¡menudo marrón me has dejado, amigo!). Las ideas siempre claras, sin rodeos, sin tratar de quedar bien. ¡Y punto! Luchabas por lo que creías, y por eso en los últimos años te volcaste en ayudar a que la actual presidenta de la Diputación Marta Barrachina alcanzase su sueño de ser la primera mujer en dirigir la institución o el Partido Popular de Castellón. O a que Begoña Carrasco lograse llegar a la alcaldía de tu querido Castellón, ese que vio vivir tus mejores años en la calle Segorbe, cuando desembocaba “en un barranco en el que no había nada más allá”, pero en el que los vecinos erais una gran familia. Y por eso tú, cada día de campaña a primerísima hora de la mañana, ibas a abrir un escaparate que exhibía la imagen de ella en la que se podía leer: ‘El cambio está a la vuelta de la esquina’. ¡Y vaya si lo estaba!

¡Cuánto lloramos tu ausencia, amigo Daniel Llorens Vidal! A cada momento. ¿Quién ocupará tu apartado 370 de Correos? Hacías favores antes de que el favorecido fuera consciente. Siempre tenías una palabra amable, de aliento, de cariño. Creaste familias numerosas a base de tejer lazos invisibles que terminaban sosteniendo a los tuyos en lo bueno, pero sobre todo en lo malo. Siempre ahí, siempre cerca. De todos nosotros, de tus sobrinos ‘postizos’ que contigo eran especiales. 

La vida fue muy injusta contigo. Y aun así, le devolviste cada dificultad con más empeño, un comentario ingenioso y una sonrisa. En positivo. Lo diste todo por todos. La amistad y el respeto como medio de vida. Y justo cuando mejor estabas, se apagó tu luz. En puertas de Magdalena.

Estos días he pensado mucho en todo lo que hemos pasado y vivido juntos. La memoria, siempre selectiva, me ha arrancado sonrisas. Y sobre todo pienso en la suerte que ha sido poder haber compartido todo este tiempo, exprimido hasta el límite. Pero es inevitable pensar en todo lo que ya no será. En todas esas primeras veces en las que ya no estarás. En estas primeras magdalenas, en el primer viaje de verano sin el viajero inagotable que eras, en la obra de teatro que ya no verás, en el concierto de Marco Mengoni que ya planificabas en tu querida Bologna como el melómano que eras después del de EtienneDaho en Bruselas (“Dani, hemos de ir”), en tu primer cumpleaños sin ti…

Me siguen llegando condolencias. Me siguen trasladando reconocimientos a tu persona. Conocidos que enmudecen cuando llevan dos segundos hablando de ti. Bonito legado para un hombre bueno que solo aspiraba a ser feliz con los suyos, y para ello los suyos tenían que ser felices, y en eso ponía todo su empeño. Ni lujos ni más pretensiones. El tesoro era compartir con los que te rodeaban. Los elegidos, los afortunados. Descansa en paz, cuídanos mucho a todos. Sigue quedándote cerca, porque te necesitamos.

He dudado mucho antes de escribir estas líneas. Pensaba que para qué. Que todo lo que voy a volcar en este A4 tú ya lo sabías. Las ventajas de ser mi mejor amigo. Al final me he decidido. Cosa de Luis Eduardo, lo único que soy capaz de escuchar en estos días de locos. Ya lo dijo. Siempre de paso.

Tu amigo, Daniel Náger.