Sofocada la revuelta en Lasa, el fragor se ha trasladado a las ruedas de prensa, donde se libra una batalla mediática. El dalái lama volvió a negar ayer ser el responsable de la insurrección, pese a que el Ejecutivo de Pekín le señala, y prometió su dimisión si la violencia se reanuda.

Los ataques habían llegado del primer ministro chino, Wen Jiabao, en el cierre de la Asamblea Nacional Popular. Su discurso estuvo casi monopolizado por el Tíbet y Taiwán, cuyo próximo referendo para entrar en la ONU enerva a Pekín. Wen llamó al dalái lama mentiroso dos veces e hipócrita otras dos. Dijo tener "pruebas irrefutables" de su responsabilidad y animó a la comunidad internacional a juzgarle por sus hechos y no por sus palabras. "Se ha demostrado que su renuncia a la independencia y su voluntad de diálogo pacífico son solo mentiras", dijo.

Pocas horas después, el dalái lama negaba las acusaciones desde su exilio en la India. "Es un movimiento que está fuera de mi control", aseguró el líder religioso, quien se ofreció a ser investigado para que China intente demostrar sus vínculos con las revueltas. "Por favor, ayudad a detener la violencia entre chinos y tibetanos. Si el asunto sale de control, mi única opción es renunciar a mi puesto", zanjó.

La tele china anunció ayer que un centenar de participantes en las protestas se habían entregado, buscando la clemencia prometida si lo hacían antes de la medianoche del lunes. Baima Chilin, vicepresidente del Tíbet, dijo que están implicados en "palizas, saqueos e incendios".