La estruendosa caída de Dominique Strauss-Kahn de la carrera por las presidenciales del 2012 ha convertido a François Hollande, de 57 años, en la nueva esperanza blanca de la izquierda francesa. El hombre que parecía condenado al papel de eterno segun- dón del Partido Socialista (PS), se ha erigido rey de los sondeos para ocupar el Elíseo. A 10 meses de las elecciones, las encuestas le dan vencedor frente a Nicolas Sarkozy, pese a que la baja cota de popularidad del presidente experimenta una cierta mejoría.

Hollande ha sabido aprovechar la desorientación de su partido después del descalabro del llamado pacto de Marraquech, suscrito en el palacete que poseen los Strauss-Kahn en la ciudad marroquí. La primera secretaria, Martine Aubry, y el dirigente hoy carbonizado a raíz de la acusación de intento de violación en Nueva York acordaron en la ciudad marroquí ceder el paso al que estuviera mejor situado de los dos para derrotar a Sarkozy. En el último año, el guión se fue concretando --Aubry, al mando de un partido al servicio del candidato Strauss-Khan-- y a Hollande no le quedó otro espacio que el de aspirante.

PROFUNDA HOSTILIDAD El que fuera primer secretario entre el 2001 y el 2008 mantuvo tozudamente sus aspiraciones presidenciales, pese a la profunda hostilidad que le profesa Aubry, su sucesora en el cargo. Ahora ve recompensada su apuesta. Mientras la jefa del partido, empujada por los huérfanos de StraussKahn, busca el momento propicio para oficializar su candidatura --el plazo se abre el próximo día 28, y dura hasta el 3 de julio--, Hollande se prodiga en todos los medios de comunicación presentándose como "la cara opuesta de Sarkozy".

Además de defender abiertamente el derecho de los homosexuales al matrimonio --propuesta rechazada el martes en el Parlamento por la mayoría conservadora--, Hollande apuesta por recuperar el voto de las clases populares sin caer en propuestas utópicas o en el discurso de la ultraderecha. Hollande cultiva también una imagen austera: se autodenomina "el candidato normal", en las antípodas de los excesos de Sarkozy.

Según una encuesta, el descarte forzoso de Strauss-Kahn no ha mermado las ganas de cambio de los franceses. Un estudio del instituto Ifop indica que el 57% desea una victoria de la izquierda, frente al 38%, que apuesta por la derecha. Y tanto Hollande como Aubry ganarían al actual jefe de Estado si se enfrentan a él en la segunda vuelta. Incluso teniendo en cuenta que Sarkozy, que también ha puesto en marcha su maquinaria electoral, ha subido cuatro puntos en los sondeos. Se trata de su primera mejora en el último año aunque, con un 32%-34% de opiniones favorables, sigue lejos de los niveles de apoyo que contaba cuando llegó al poder, en el 2007. Su antecesor no se lo pone fácil.

ELECCIÓN DEL EXPRESIDENTE El pasado fin de semana, a Sarkozy se le debió atragantar el cruasán cuando el expresidente conservador Jacques Chirac soltó que pensaba votar a Hollande. Lo dijo dos veces ante el interesado, del que elogia su "sentido del Estado" en el segundo tomo de sus memorias, libro en el que Sarkozy no sale muy bien parado.

Chirac rectificó diciendo que había sido una broma propia de Correze, su feudo, cuyo consejo general preside Hollande, pero no resultó creíble.