«Ni nosotros somos santos, ni la abstención hace milagros». La leyenda adorna una imagen del exprimer ministro griego, Alexis Tsipras, con aureola, que el propio candidato publicó esta semana en su cuenta de Twitter. El resultado que arrojan de momento las encuestas de cara a la cita electoral de este domingo no podría ser más impredecible. La abstención se ha convertido en la principal amenaza para que Tsipras repita como primer ministro tras sus accidentados siete meses de legislatura.

Es por ello que esta noche, en su cierre de campaña delante del Parlamento, el líder de Syriza se entregó al máximo para movilizar al electorado. El acuerdo para un tercer programa de rescate, cerrado después de que el referéndum de junio desencadenara el control de capitales que aún pesa sobre el país, ha pasado factura a la formación de izquierdas. Sin embargo, el exprimer ministro argumenta que el memorándum prestará a Grecia la estabilidad financiera necesaria para implementar por fin su programa social, muchas de cuyas propuestas han quedado en el aire durante estos siete meses.

En esta tesitura, la incertidumbre sobre quién será el vencedor de los comicios es total. Según las empresas de sondeos, desde hace 15 años no se había dado la situación de una batalla electoral tan igualada. Las encuestas arrojan la imagen de un empate técnico: de las cinco últimas que han sido publicadas, dos dan la ventaja a Syriza, dos a Nueva Democracia y una los muestra en tablas.

En cualquier caso, todo apunta a que el ganador no superará el 33% del voto, obteniendo de 134 a 137 escaños gracias al 'bonus' de los 50 diputados al partido vencedor. En este escenario, serían necesarias otras dos fuerzas políticas para formar una coalición viable. Y en contra de Syriza juega el hecho de que Griegos Independientes, su anterior socio de Gobierno, probablemente no logre entrar en el Parlamento.

UN DURO ADVERSARIO

Por lo demás, en torno a un 15% de los votantes permanecen de momento indecisos (muchos de ellos votaron a la coalición de izquierdas en los últimos comicios). Junto con el desencanto, el candidato de Syriza se ha encontrado además con un adversario más duro de batir que lo esperado. Vangelis Meimarakis, el líder de Nueva Democracia, ha adoptado ya un discurso triunfal: «El experimento de Syriza termina el domingo», anunció durante el cierre de campaña el jueves. A pesar de criticar con acritud la gestión de Tsipras, la fuerza conservadora sigue insistiendo en formar una gran coalición de consenso que incluya a los izquierdistas. Un extremo al que estos se han negado con vehemencia, sosteniendo que las visiones políticas de ambos partidos son diametralmente opuestas.

Pese a que las dos fuerzas están de acuerdo en la necesidad de implementar las medidas del rescate para lograr estabilidad económica, difieren en el resto de ámbitos, como mercado laboral, prestaciones sociales o inmigración. La crisis de los refugiados, precisamente, ha sido una de las armas arrojadizas de la campaña. También la corrupción; mientras que Syriza ha identificado a sus adversarios con el símbolo de la Lista Lagarde (los casos de corrupción o fraude fiscal descubiertos a raíz de la filtración de los miles de datos de clientes del banco HSBC), Nueva Democracia ha explotado un caso que ha salpicado a un exministro y mentor político de Tsipras. Un tabloide le acusó de haber concedido contratas a una empresa en la que tenía participaciones, aunque el implicado ha aportado pruebas documentales que lo desmienten.

LOS INVERSORES, CONFIADOS

De forma paradójica, en medio de tanta incertidumbre los bonos griegos arrojaron este viernes los mayores beneficios de la zona euro, mientras que la Bolsa de Atenas cerraba al alza. Después de que Tsipras se desembarazase del ala más radical de su partido, todo apunta a que los inversores le han perdido el miedo, albergando la esperanza en que, sea quien sea el ganador, las urnas traigan la ansiada estabilidad.