Los atentados sufridos por los cristianos coptos en Egipto han ido haciendo mella en esta comunidad cristiana que representa el 10% de la población del país, de 92 millones de habitantes. Los peores ataques fueron el 9 de abril. En plena celebración del Domingo de Ramos, dos suicidas se inmolaron en dos iglesias llenas de fieles, en Tanta y Alejandría, mataron a 45 personas e hirieron a un centenar. El pasado diciembre, otro atentado en una iglesia adyacente a la catedral de San Mark, en El Cairo, causó 28 muertos y decenas de heridos.

Los coptos se han convertido en objetivo de los yihadistas. La filial del Estado Islámico (EI) en el Sinaí, Wilayat Sinai (Provincia del Sinaí), ha pasado de atacar fundamentalmente a las fuerzas de seguridad egipcias a atentar contra los cristianos. Este grupo difundió en febrero un nuevo mensaje que llamaba a atacar a los cristianos en todo Egipto. El objetivo del EI en este país es, según algunos analistas, alentar el conflicto sectario para debilitar al presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, que prometió «erradicar completamente el terrorismo» en la península del Sinaí.

Cargados de bolsas, paquetes con comida, cansados y asustados han llegado, en los últimos dos meses, centenares de coptos a la ciudad de Ismailia, a 115 kilómetros de El Cairo. Han huido de sus casas en Al Arish, en el norte del Sinaí, después de que los yihadistas asesinaran al menos a siete coptos.

Según el padre Kyrillos Ibrahim, representante de la Iglesia Copta Ortodoxa, al menos 150 familias han llegado a la gobernación de Ismailia, tras los asesinatos, perpetrados en diferentes ataques. Otras familias se han refugiado en diversas provincias.

«El Gobierno ha ayudado a buscar casa a algunas familias y hemos alquilado apartamentos para el resto», explicó a la agencia DPA el padre Ibrahim desde Ismailia. Una de las familias que tuvo que escapar de Al Arish fue la de Munir Munir. Su padre, Adel, funcionario público, regresó un día a casa con una lista elaborada por los yihadistas en la que aparecía su nombre en segundo lugar. Era una relación de los cristianos a los que iban a matar.

El primer nombre de la lista era el del tendero Wael Yusef, asesinado el 30 de enero. La familia de Munir Munir se encerró en casa «como ratas en un agujero», explicó él mismo a la agencia Reuters. Un mes después, cuatro cristianos más fueron asesinados a tiros, uno decapitado y a otro lo quemaron vivo. Entonces, los Munir decidieron huir.

Otro de los desplazados, Sameh Kamel, tuvo que abandonar Al Arish con su esposa y dos hijos. De camino a Ismailia, su vecino le llamó para decirle que una hora después de que se hubieran ido unos yihadistas se habían presentado en su casa. «Llaman a las puertas y si encuentran cristianos, los matan», contó Kamel.