Tensión interna

El pulso de Rusia a sus minorías

Muchos grupos étnicos se quejan de la posibilidad de que sus idiomas y culturas se pierdan y critican cómo se gestiona la plurietnicidad del país

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante una reunión en el Kremlin.

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante una reunión en el Kremlin. / EP

Àlex Bustos

El país euroasiático es el más grande del mundo y, como tal, alberga una gran diversidad, tanta como 190 etnias que hablan diferentes idiomas y profesan diferentes religiones. En ocasiones esto se luce como una riqueza, el mismo Putin hizo un discurso en 2022 el que dijo que tras ver un "ejemplo de heroísmo" en la ofensiva de Ucrania de un natural de Daguestán, apuntó que le gustaría decir que él mismo es "lak, daguestaní, checheno, chuvaisho, ingush, ruso, tátaro, judío, mordoviano, osetio", un resumen de algunos de los pueblos que viven en la Federación rusa. Sin embargo, muchos grupos étnicos se quejan de la posibilidad de que sus idiomas y culturas se pierdan y critican cómo se gestiona la plurietnicidad del país.

Autores como el filósofo ultraderechista Alexander Duguin también atribuyen a Putin la frase "Rusia no necesita las minorías". Aunque Moscú no ha adoptado una postura estricta en contra de los idiomas regionales o de las costumbres de cada lugar –no ha prohibido taxativamente el uso de culturas minoritarias– ha favorecido una rusificación de la población con medidas como quitar la obligatoriedad de las lenguas regionales de las escuelas o la reducción de recursos destinados a enseñarlas. En aquel momento, la medida provocó tensión y descontento en diferentes repúblicas en las que hay minorías étnicas significativas, que temían que eso fuera un clavo en el ataúd de sus idiomas. Putin defendió la decisión apuntando que "nadie debería estar obligado a aprender una lengua que no es la suya".

La protesta más sonada fue el de Albert Razin, que llegó a inmolarse en Izhevsk, capital de la República de Udmurtia, en 2019. Consigo llevaba dos pancartas que rezaban los lemas "Si mi lengua muere mañana, estoy listo para morir hoy" y "¿Tengo una patria?". Esta fue una señal del pulso que se libra en Rusia actualmente y que lleva años en marcha. "Convertir el udmurto en lengua opcional en las escuelas provoca que para los centros educativos sea más difícil tener materiales", explica Andrei Perevozchikov, activista de la misma región, quien recuerda que en los años 90 "se enseñó más activamente la lengua y había más recursos".

El reclutamiento para el Ejército ruso ha sido más intenso precisamente en regiones con importante presencia de minorías étnicas, como es el Cáucaso y Siberia, aunque los rusos étnicos que viven en estas zonas también han sido llamados a filas para el frente ucraniano. Esto ha sido criticado por organizaciones como Free Buryatia, que critican la alta mortalidad de las unidades en las que se ha destinado a los buriatos movilizados, más alta que la de otras regiones. Ese sentimiento también ha despertado recelos en el Cáucaso, donde se vieron protestas inéditas en la región en las que los locales rechazaban querer ir al frente. Zujra –prefiere mantener el anonimato– se enervó cuando se anunció la movilización parcial. Un día antes, Putin celebró con sonrisas el centenario de la "unión" –a través de una guerra entre el Imperio Ruso y Circasia– de las Repúblicas de Adiguea, Karachevo-Cherkesia y Kabardino-Balkaria, todas ellas en la región caucásica. "Primero es simpático con nosotros, luego usa a nuestros hombres para luchar", protesta. 

Activismo por la lengua

"En mi escuela soy de los pocos niños que sabe hablar nuestro idioma", explica Mijáil –nombre ficticio–, un estudiante de Cheboksari, la capital de Chuvashia. Viktor, un historiador de Kalmikia lamenta que sus tradiciones podrían perderse y asegura que no quedará "nada para transmitir a las siguientes generaciones". Oltana, de Buriatia, apunta que le preocupa la desaparición de su lengua local. "La lengua buriatia está en peligro de extinción y me avergüenzo de no hablarla", añade.

A pesar de las limitaciones, activistas y expertos conservan el optimismo y se esfuerzan en preservar sus culturas. Es el caso de Irina Kadzirova, lingüista e 'influencer' de Osetia del Norte. Además de hacer contenido en redes sociales, también da clases de lengua osetia. "Tenemos a activistas por la lengua, jóvenes, que luchan por la preservación del idioma", apunta. Esta militancia por la preservación de las culturas en algunas ocasiones va acompañada de activismo por la paz, como es el caso de la organización Free Buryatia, que se ha pronunciado abiertamente en contra del conflicto rusoucraniano o grupos nacionalistas bashkirios que han afirmado que la ofensiva rusa en Ucrania "no es su guerra". 

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