Salieron de Rumanía en busca de mejores condiciones de vida. Recalaron en Castellón, una ciudad convertida en la tierra prometida que los liberara de la esclavitud de la pobreza y el olvido de un país excomunista abocado al abismo. Fue un éxodo en silencio, como el de muchos compatriotas suyos, iniciado hace varios años ante la insostenible situación que todavía se vive en aquella región transbalcánica que espera, sin mucho resultado, incorporarse a la Unión Europea.

Son jóvenes, andan por los 25 años, y sonríen frágilmente siendo conscientes de que todavía les queda mucho por hacer en estos lares. Por trabajar. Pero, ya tienen clara una cosa. Sus vidas se han anclado para siempre en la capital de la Plana: "Nos quedamos en España". Ionut Stefan Alin y su mujer, Larisa Holban, más habladores, y Virginia y George Nitu, más callados, son dos parejas con un hijo recien nacido cada una, además con nombres ya españoles: Sara, de cinco meses, y Roberto de tres, respectivamente. Dos criaturas que alegran el paso de los días de dos matrimonios amigos y cómplices de su aventura castellonense en el exilio. Ionut tiene una empresa de construcción y George es el encargado, en una relación que trasciende a lo puramente laboral para alcanzar la plena experiencia de compartir vivencias. Sus viviendas son sencillas. Sin estrecheces, pero tampoco sin grandes lujos. Los muebles necesarios, una televisión, teléfono y algún ocasional recuerdo a su tierra en forma de adorno en la pared conforman el pequeño universo de los Stefan y Nitu en su morada castellonense.

DE CULTURA ESPAÑOLA

"Nuestros hijos serán de Castellón, hablarán español y su cultura será la española", dice abiertamente Larisa, que trabaja en una pastelería de la calle san Roque que tiene el nombre de Transilvania, domina a la perfección el español y se siente "plenamente" integrada en la sociedad castellonense, de la que no tiene queja. "La mayoría de los castellonenses son agradables y nos han recibido con los brazos abiertos desde que estamos aquí", asegura la esposa de Ionut, mostrando su satisfacción por este talante de los habitantes de Castellón, receptivos a cualquier cultura.

Sin renunciar a sus raíces transbalcánicas, a medio camino entre eslavas y latinas, las dos parejas son conscientes de que el futuro más inmediato pasa irremediablemente por Castellón. Un ejemplo, la decisión de poner a sus hijos Sara y Roberto, "nombres españoles", como indica Ionut, a la hora de justificar el porqué de los apelativos que han puesto a los bebés de las dos parejas. Una elección que cada día se está extendiendo más entre los rumanos residentes en Castellón, sobre todo en aquellos más jóvenes que tienen muy claro que residirán por siempre en España, país de recepción.

"De momento tenemos el piso y el trabajo", explica Ionut Stefan, quien señala que a Rumanía van en vacaciones, "si podemos". Y es que los dos matrimonios andan enfrascados en su rutina diaria de consolidar su posición social y avanzar en la integración en un juego de abalorios cada día más fácil para estas parejas que se consideran ya castelloneras.

MUY PARECIDOS

Los cuatro reconocen que no fue díficil esa integración. "Somos muy parecidos, con un idioma de orígen latino que ayuda al entendimiento", dice Larisa y, por supuesto, hablan de las excelencias de vivir en Castellón: "Una comida más sana con mucha fruta y verdura, buen clima, hay mucha educación y un nivel de vida más alto".

También confiesan la alegría que se vive en las calles de Castellón y dicen que les encanta salir a pasear y dar una vuelta, "sobre todo en Navidad y en las fiestas de la Magdalena". Unas fiestas que, aseguran, les gustan mucho y en las que se lo pasan muy bien.