Confieso que no entiendo el motivo de la comparecencia del presidente del CD Castellón el domingo a pie de campo, micrófono en ristre, para decir lo que dijo. Puedo aceptarlo como un capítulo más de la promoción de Sempre Orellut, porque el club necesita imperiosamente capitalizarse ante la acumulación de impagos y la espada de Damocles en que se ha convertido la deuda con Hacienda, pero eso no lo dijo, que es lo que le eché en cara cuando visitó Mediterráneo el pasado miércoles. Y ahí equivoca la estrategia.

No creo que Vicente Montesinos sufra de narcisismo, ni que necesite un baño de masas a cambio de las lisonjas que dedicó a la afición. Por eso creo que fue fruto de la desesperación. Hace falta dinero, y si hay que exponerse al ridículo, tampoco pasa nada. Lo que sea a cambio de que los abonados se conviertan en accionistas. Mas la falta de información, como en tantas cuestiones intestinas, junto a la refracción que produce convocar la ampliación de capital, hoy por hoy tabú, alimentan las dudas y las interpretaciones más sesgadas sobre las ventajas y desventajas de esta oferta.

Hace pocos días se cumplieron 27 años de la constitución de la sociedad anónima deportiva con un capital social de 222 millones de pesetas, fruto del promedio de los presupuestos de los tres años anteriores que, al incluir la etapa de Primera División, supuso un lastre inasumible. La escasa participación de los aficionados llevó a la directiva de Domingo Tárrega a suscribir casi la totalidad. Después vino una reducción de capital al 50%, que permitió a los propietarios recuperar la mitad de su inversión.

Por un precio simbólico se cedió el club a Antonio Bonet, quien redujo a cero y amplió capital para acabar con todo vestigio del pasado, aunque también regalara un título a los --llamémosles así-- accionistas fundacionales. Luego llegó Castellnou y el expolio, culminado con un descenso por impagos. Y con David Cruz se abrió el abismo. Era lógico que las ampliaciones de capital ofertadas no encontraran respuesta porque nadie se fiaba del convocante.

El Castellón todavía arrastra esa etapa negra. No diré yo que la situación sea hoy tan grave, pero casi. Y me hubiera gustado que así lo reconociera Montesinos para granjear el mayor apoyo posible. Porque el dinero que él ha invertido ha sido para comprar el club y espantar ‘fantasmas’, que falta hacía, no para limpiar deuda, que sigue acuciando.

Con esos precedentes se antoja difícil cubrir las previsiones y la ampliación de capital acabará siendo obligatoria por ley. En los dos casos, los aficionados tienen la última palabra suscribiendo acciones de ambas ofertas. Pero el que no lo haga tendrá el mismo derecho a seguir llamándose albinegro.

El mismo que yo tengo para sentirme avergonzado cada vez que oigo cómo mis compañeros de grada insultan al contrario, alejándose del modelo con el que sentirse identificado. Difícil que, con comportamientos así, Castalia merezca esa tarjeta verde que ha inventado la Federación Valenciana. Yo no puedo sentirme orgulloso de que el domingo se hiciera necesaria la movilización de cinco unidades equinas, treinta miembros de la Unidad de Prevención y Reacción de la Policía Nacional y efectivos de paisano. Pero, claro, quien no comparte opinión, comete delito de lesa patria.