La gestación de lo que hoy es Nueva Jerusalén duró casi un año, desde 1974 hasta 1975. Durante ese período de tiempo hubo de todo, desde decepciones de quienes no creían en la idea hasta unos pocos que arriesgaron su prestigio y apartaron sus quehaceres dando prioridad al drama sacro que se estaba creando. Pero bien pronto la idea se convirtió en realidad y el pueblo respondió con entusiasmo. La noche del Jueves Santo de este 2017 fue como la recapitulación de una historia que dura ya 42 ediciones, la primera en la provincia, sin antecedentes, nacida de la nada, fiel al evangelio de San Juan, principalmente, alentada por el pueblo, apoyada por más de 300 socios y por dos instituciones, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento, y con un activo de más de 200 intervinientes en la Pasión borriolense.

Desde el atardecer comenzaron a desfilar los espectadores en número considerable por la población ambientada con la música del compositor Rafael Beltrán, expresamente dedicada a Nueva Jerusalén, llenando las plazas y las calles de Borriol, especialmente la de La Font y La Torre.

Más tarde, a las 22.00 horas, la gente se fue movilizando en razón de algunos determinados escenarios como los del Sanedrín, Pilato, Herodes y Getsemaní, siguiendo, algunos, el proceso de la representación itinerante, salvo la simultaneidad inevitable. Una excepción la constituyó, como siempre, la Última Cena, el secreto de la Pasión borriolense, en la que Jesús -Rafael Lloret hijo- y sus discípulos se encerraron en una casa, desconocida para todos, excepto para el Maestro, en donde se celebró el ágape pascual y el lavatorio de los pies en medio de una emoción indescriptible.

Sin embargo, el momento culminante lo constituyó la llegada al montículo del Calvario, en donde acaba el drama sacro con la Crucifixión. Jesús colgaba de la cruz, junto a dos ladrones. En medio del suplicio un grito de dolor conmovió a los asistentes; era el Eli, Eli lemma sabactani, cuyo eco repetían las montañas, en la oscuridad de la noche, ante una inmensa alfombra humana (más de 20.000 asistentes) iluminada por la luna nueva del 14 de Nisán. Al pie de la cruz, el discípulo amado, la Virgen, en una Piedad impresionante, y las mujeres rememorando, un año más, el histórico Stabat Mater. Esto fue Nueva Jerusalén en su 42 edición en un Jueves Santo inolvidable.