La plaza de la Sagrada Familia de la Vall d’Uixó --que cambió su nombre para reconocer la relevancia que tienen en la ciudad estas fiestas patronales-- vivió ayer uno de sus días grandes, que dentro del programa son dos y en ambos casos vinculados con una de las propuestas que tienen el éxito garantizado: la gastronomía.

Ayer fue el día de la Caldereta de bou, con más de 1.400 comensales. Ya entrada la noche, comenzaron a llegar los abonados para ocupar su lugar, como si las decenas de mesas y sillas distribuidas en un espacio tan emblemático formaran parte del mobiliario urbano. Y fue así porque, horas antes, los miembros de la comisión que dirige Manuel Debón, se encargaron de que así fuera, asumiendo que los preparativos, como suele pasar en todas las celebraciones populares, en especial las más multitudinarias, son cosa de unos pocos que se encargan de que muchos disfruten.

Colocar, servir, recoger y volver a empezar, esa es la función del equipo de personas que están detrás de cada uno de los actos, que afrontan la responsabilidad que han asumido casi sin tregua, porque una jornada se empalma con la siguiente, en especial en noches como la de ayer, con una orquesta que alargó la velada más allá de la medianoche.

Tanto la comisión como los vecinos encaran la recta final de un programa al que le quedan por delante citas importantes, como la cena de gala de esta noche --un acto más íntimo y familiar en el que se agasaja a la reina y la corte de honor-- el sopar d’empedrao de mañana o la cita excepcional de un toro dominical, el que patrocinará la peña 8 del 8, el próximo día 20, a las 12.00 horas. Aunque las fiestas no llegarán oficialmente a su fin hasta que no se devuelva el guion, el 26 de octubre.