Ni en confinamiento ni con libertad de movimientos puede ser lo mismo salir a la calle en cualquier ciudad bulliciosa de la provincia de Castellón o hacerlo en un municipio como Palanques, donde el censo oficial en el año 2018 cifraba en 31 sus habitantes, aunque los residentes fijos suelan ser algunos menos.

Lo que ahora es excepcional en las urbes más pobladas, el silencio y la tranquilidad al cruzar el portal, en este pueblo forma parte de su rutina y, pese a que cualquier salida tendría prácticamente garantizada la distancia social, como viene sucediendo en otras localidades de menos de 100 habitantes, el respeto por el confinamiento obligado es total.

La vida se desarrolla en Palanques con la consideración que las circunstancias exigen. Su alcaldesa, Lucía Martí, una vecina más, mantiene contacto permanente con sus conciudadanos. Entre otras cosas, estos días se encarga de repartir las mascarillas y realiza las tareas municipales de forma telemática, además de desarrollar sus funciones de ADL de la Todolella a distancia.

Pilar Castillo, propietaria del bar --ahora cerrado--, repartía el pan en su establecimiento y sigue haciéndolo. Así, ella se encarga de recibir a José Manuel, el panadero, que tres veces a la semana se traslada desde la Ginebrosa (Teruel) hasta Palanques y Sorita. Pilar, con este gesto, garantiza que los contactos del resto de residentes con el exterior sean los mínimos posibles ahora.

Juegos y paseos

Es habitual relacionar la avanzada edad con los pueblos más pequeños, pero no deja de ser un tópico que desmienten los tres niños y los cuatro adolescentes que residen de forma habitual en Palanques. Entre ellos están Edgar y Gorka, que tienen la suerte de poder jugar juntos desde que el domingo tuvieron luz verde para abandonar una hora su aislamiento. Diferente ha sido la experiencia para Laia Martí, una joven estudiante del IES de Morella que aprovecha los paseos con su perro para tomar un poco el aire, darse un respiro de las tareas educativas que mantiene vía telemática y disfrutar de las vistas.

El mismo paisaje e idéntico aire puro que aprovecha a diario Ana Mª Serra desde su terraza, un mirador envidiable que hace que el confinamiento sea menos duro, porque estando en su casa parece que esté en pleno monte. Asegura que en todo este tiempo solo ha salido a comprar.

Con todo, adquirir productos de primera necesidad en Palanques tampoco requiere salir de casa. Los hay que llaman a la tienda de Sorita y sus dueños entregan los encargos a domicilio.

Comportamientos como el de otro vecino, Ernesto Aguell, son habituales en el pueblo. Acude a casa de Pilar ataviado con la mascarilla para recoger el pan o su compra, y va al huerto, nada más. El resto del tiempo lo pasa al resguardo de su hogar.

Así transcurren los días de este encierro preventivo, esperando la anunciada desescalada que se han ganado a pulso.