Quizá los chinos, allá por el siglo IX, no sospecharon la expansión de los fuegos artificiales que inventaron. Ni tampoco los árabes que lo introdujeron en Europa en el siglo XIII. Ni sospecharon que nuestra ciudad, bastantes siglos más tarde, aprovecharía estos inventos para enaltecer sus fiestas.

Más de 3.500 kg de pólvora arderán durante nueve días. Castellón huele a pólvora, llámense mascletaes, correfocs, nit mágica, castillos de fuegos artificiales, traques, enfarolà o encesa de gaiates, amén de piulets, petardos y otras variedades hasta un total de 23 espectáculos pirotécnicos. Efectos sonoros, unos, ruidosos, otros, que inundan las calles de la ciudad de un característico olor a pólvora… festiva. Una muestra es el Festival de Pirotecnia Ciutat de Castelló y el Concurs de Mascletaes del mismo nombre. Y la salva pirotécnica del primer Molí (una por cada año desde la innovación de 1945).

Confieso que me encanta, desde mi atalaya doméstica, contemplar la magia de los castillos de fuegos artificiales, luz, color y efectos sonoros. Una artística armonía. Otra cosa son los petardos que pillan a uno de improviso por la calle, pero que, indudablemente, forman parte de la fiesta. Pero todos huelen a pólvora… festiva.

Resulta obvio decir que el programa magdalenero es mucho más extenso que la pirotecnia como sabe el lector, pero ésta forma parte esencial de la fiesta. Luz y color, olor a pólvora. H