La literatura no ha dejado de servirse como escenario para sus textos, de la taberna histórica, la que pervivió hasta bien iniciada la posguerra: desvencijada, barriobajera, proletaria, mugrienta, soez, vocinglera.... En Castelló también las hubo, y no pocas, sobre todo al final del siglo XIX e inicios del siglo XX. No faltaban estos figones en las cercanías de las zonas agrarias de labor.

Mi entrañable amigo Miguel Blasco, de linajuda estirpe «llaurisia», escribió un tabernario relato breve, de este ambiente: Dos braceros tras horas de tirar de azada, se dispusieron a dar cuenta del almuerzo. -¿No te apetecería un vaso de vino?, dijo uno. -Ya lo creo, contestó el otro, pero ¿con qué lo pagamos?. -Déjame a mí, le arguyó el primero, y metiendo la mano en la acequia vecina sacó un «samaruc» diminuto que se metió en la faja. Fueron a la taberna, almorzaron y regaron la manduca con dos generosos vasos de tinto. Cuando los estaban rematando, el convidador soltó el «samaruc» en su vaso, y con grandes voces, llamó al tabernero, apostrofándole: ¡Hombre sabemos que le echas agua al vino, pero esto ya es pasarse! dijo señalando al pececillo de agua dulce que flotaba inerte sobre el morapio. El cantinero, con encarecidos gestos de desasosiego, les suplicó silencio, a fin de evitar barahúndas. No les cobró la consumición y en desagravio aun les invitó a otros dos vasos de vino. Eran otros tiempos. Hoy ya no hay «samarucs», ni tabernas de «got i gavinet».

*Cronista oficial de Castelló