Un tal Michael Phelps debutó en unos Juegos Olímpicos con 15 años, pero en esa primera edición (Sidney, concretamente) no pudo subir al podio. El estadounidense tuvo que esperar por tanto a Atenas para colgarse las ocho primeras medallas de las 28 que conquistaría en su brillante carrera. Pues bien, una tal Ariadna Edo, castellonense para más señas, ha superado en precocidad a la leyenda de la natación conquistando su primer metal en unos Juegos --los de Río--, con 18 años. Adelantar en número de metales al tiburón de Baltimore no será fácil, pero por voluntad, trabajo e ilusión, no quedará.

La madre de Ari le apuntó a natación con solo tres años y desde entonces no ha salido ya de una piscina. Y eso que ha tenido que superar múltiples baches como la enfermedad de Stargardt que le fue diagnosticada con ocho años y que solo le permite disfrutar de un 10% de visión. Su alegre carácter y fuerza interior le han permitido salir adelante y disfrutar de una vida más intensa que la mayoría de sus coetáneos.

--¿Esperaba conquistar tan joven su primera medalla en unos Juegos? ¿No ha dejado demasiado alto el pabellón para la próxima Paralimpiada de Tokio?

--La verdad es que estoy viviendo un sueño. He sacrificado muchas cosas, porque con 18 años también me gusta salir de fiesta y disfrutar de mi adolescencia, pero tengo mucha ilusión puesta en Tokio y entiendo que estoy viviendo una vida que muy poca gente tiene oportunidad de vivir. Cuatro años pasan volando y quiero cambiar el color de la medalla en los próximos Juegos, ya me he cansado del bronce --ríe--.

--¿Cuál es su techo en los próximos Juegos? Porque en Río ha competido ya en varias pruebas.

--Lo primero será mantener la cabeza en su sitio, que para mí es un 70% de los resultados, mucho más importante que las piernas, los brazos o el entrenamiento. Lógicamente hay que trabajar, pero si mentalmente no estás bien, no tienes nada que hacer. En Tokio, con 22 años, puedo estar en muy buena forma, pero no quiero marcarme metas tan lejanas porque también puede aparecer alguna chica que no vea bien o que haga que no vea bien...

--Que haga que no vea bien... ¿Es posible fingir una discapacidad visual como la que sufres?

--En Río vi por ejemplo competir a gente de Uzbekistán que no sé de dónde ha salido. Han aparecido de repente y han ganado medalla en casi todas las pruebas que han disputado. No digo que tengan una simple miopía porque han pasado sus pruebas, pero a mí por ejemplo pueden ver físicamente que tengo zonas ciegas en el ojo, mientras otras situaciones te crean desconfianza.

--¿Cómo se evalúa el grado de discapacidad visual?

--Hay máquinas que detectan si tienes heridas, manchas o zonas ciegas en el ojo, pero después está la prueba de agudeza visual. Es difícil fingir porque tienen sus mecanismos para detectarlo, pero sé que están estudiando hacer pruebas más serias en las que no exista ningún margen de error.

--¿En qué te afecta la discapacidad visual para competir?

--Pues no lo sé porque no sé cómo ve una persona que ve normal. Dicen que sobre todo influye en la percepción de cómo llegamos a la pared, pero como veo igual desde que tengo ocho años...

--Sufres la enfermedad de Stargardt que es genética y degenerativa. ¿Podrías ver menos dentro de cuatro años en Tokio?

--En principio es una enfermedad bastante estable. Me ha empeorado desde que me fue detectada, pero por los cambios hormonales. Conozco más gente que la sufre y no tiene por qué ir a peor.

--Cuéntanos brevemente cómo una castellonense de 18 años ha podido subir a un podio en Río.

--Nado desde los tres años, aunque al principio era más por afición; dos horitas a la semana y punto. Cuando montaron la piscina de Salera se crean dos clubs y me apunto al Aquàtic. Poco a poco me va gustando más, también porque me cambié al Club Natación Castalia Castellón, donde había un grupazo y conocí a un entrenador como Vicente Richart. Gracias a él tengo lo que tengo. Iba con mucha ilusión, entrenaba de verdad y llegué a ir a un Campeonato de España de natación convencional por relevos.

--¿Cómo y cuándo fue tu paso al deporte adaptado?

--En la temporada 13-14 ya estaba vinculada a la ONCE y me llamaron para unas jornadas. Mi madre me animó a ir para que conociera gente y allí conocí al coordinador de deportes autonómico, que me dijo que podía competir con gente con discapacidad visual para estar en igualdad de condiciones con el resto.

--¿Cómo fue tu primera prueba?

--En febrero del 2014 fui al primer campeonato de natación adaptada. Tenía 16 años y recuerdo que fue en la piscina de Nazaret en Valencia. Me impactó la cantidad de prótesis y sillas de ruedas que había, pero sobre todo me llamó la atención que la gente caminaba más segura con una pierna a la pata coja que yo con las dos.

--¿Dónde fue tu eclosión?

--Yo siempre he entrenado mejor que he competido hasta el Open de Berlín, donde me salió todo bien. Ya competía en la categoría S13, que es la que debe ser, y me salió todo bien. Casi ni me lo preparé y fue el mejor de mi vida. Con 17 años gané una medalla en un Mundial, dos en un Europeo y empecé a creérmelo.

--En Río subiste al podio en 400 metros estilo libre, pero lo intentaste en varias pruebas más.

--En cinco concretamente. En la que mejor me defiendo es en 800 libre, pero esa distancia no está en los Juegos, y como cumplo también en estilos, mariposa o espalda, me atreví con varias.

--¿Esperabas estos resultados?

--Para mí todo ha sido muy rápido. Hace tres años competía a nivel autonómico y ahora he conseguido una medalla en unos Juegos. Ha sido un subidón.

--Y ahora, ¿dónde entrenarás?

--Estaba en Madrid, en el Centro de Alto Rendimiento, y en principio ahí seguiré, aunque a nivel paralímpicos está todo muy mal organizado, se nota que no hay tanto dinero. El oro olímpico se paga a 94.000 euros, más del triple que uno paralímpico. No tenemos que ir de pobrecitos y no pido más que nadie, pero tampoco menos, debemos ser iguales.

--Seguro que Mireia Belmonte es una de tus referentes. ¿Le gustaría un día competir con ella?

--Ojalá, pero me daría mucha vergüenza porque me sacaría una vida. Coincidí con ella en el recibimiento del Rey, pero no tuve la ocasión de hablar con ella.