Costó cerrar una Liga que se daba por ganada un mes antes y costó animar la rúa exprés de los campeones, un recorrido en autobús seguido por miles de culés que contó con la excitación habitual entre los aficionados, especialmente los más pequeños, pero que fue mucho más comedida entre los jugadores si se compara con desfiles anteriores, sin ir más lejos la del triplete de la temporada pasada.

Quizá porque la fiesta privada de los jugadores, el sábado en el Hotel Vela, se alargó hasta la salida del sol o bien porque algunos tenían ya en la cabeza la final de Copa ante el Sevilla del próximo domingo en el Calderón, lo cierto es que a los futbolistas se les vio comedidos hasta que el bus descapotable no alcanzó la mitad del recorrido. Eso a los que se pudo ver en la parte alta del vehículo, donde se hacían bien visibles para los aficionados, ya que algunos, entre ellos Leo Messi, anduvieron desaparecidos en la parte inferior, donde podían comer pizzas y hamburguesas. Neymar, por ejemplo, se zampó varios bocadillos mientras disfrutaba del espectáculo subido en la parte trasera del autocar, de donde apenas se movió ayer.

COSTUMBRE // Lo que sí estuvo bien presente fue la Liga. Esa reluciente copa, presidiendo el bus, que los culés han saboreado en seis de los últimos ocho años (o en 8 de los últimos 12, como se quiera). Toda una costumbre ahora y toda una quimera hace unas décadas, cuando ganar una Liga no es que fuera un sueño, sino que era un milagro.

Pero llegó Cruyff y los milagros se hicieron realidad, cambiando la historia del club y convirtiéndolo en un equipo de gen ganador, como recordó Piqué nada más terminar el partido de Granada. “Esta Liga la hubiéramos perdido hace unos años”. Sí, pero aquel era otro Barça. El de ahora lleva el sello de Johan, porque él puso una semilla que germinó y sigue dando frutos. Por eso alguien se acordó de él en la rúa. “Etern Johan”, se leía en una pancarta.

Precisamente fue Piqué el último en bajar del bus, aclamado por los aficionados, a los que recordó con gestos evidentes que la Liga sigue teniendo color azulgrana. “Se queda aquí, se queda aquí”, gritaba desde lo alto mientras señalaba la copa dirigiéndose a los seguidores. Quien disfrutó de la tarde, como siempre, fue Dani Alves, bailarín y protagonista por sus disfraces, luciendo una espectacular máscara de luchador, objetivo de todos los móviles. H