Ni siquiera llegó a centrar el Levante. En el último minuto sufrió el degüello con un contrataque culminado por Luis Suárez que solo hizo que certificar el funesto final que llevaba 70 minutos dibujado con un autogol de Navarro en la intervención más acertada del Barça, aunque involuntaria del capitán local. “Levante, Levante”, cantó la hinchada, aún confiada en la salvación por la heroica de los suyos ante el mismo Barça que el viernes volteó al vecino de Valencia.

En realidad, el mismo no fue. Ni mucho menos. Diametralmente distinto, tan distinto como el uniforme que lució en el mediodía levantino. El cambio fue más sustancial que los cinco relevos que hubo en la alineación. Lo que no cambió fue el signo del marcador, que sigue con la luminosa luz verde de las victorias, la décima consecutiva para el Barça.

En el escenario donde Rijkaard celebró su primera Liga, y Guardiola su tercera, Luis Enrique selló el récord de imbatibilidad que le iguala al entrenador más glorioso del club. Aquellos títulos llegaron con actuaciones grises, nada llamativas, puramente pragmáticas en busca del resultado que reportaba el tesoro. Fueron sendos empates.

TIERRA FÉRTIL EN TÍTULOS // El Barça de Luis Enrique salió ganador en una tierra fértil en títulos, pero tras una intervención bastante opaca. Nunca se vieron los 37 puntos de diferencia entre el líder y el colista, como tampoco la diferencia de presupuestos.

Muy pronto quiso encarrilar el Barça el partido para aniquilar los ánimos de un rival que se juega la vida cada semana para no caer en el pozo. La salida fue fulgurante. Intimidatoria. Al minuto ya había chutado Iniesta y en el segundo marcó Messi, en un gol mal anulado por el juez de línea. Con menos constancia siguió el equipo hasta que marcó. Hasta que se encontró un gol regalado, fortuito, que tarde o temprano habría caído porque esa era la voluntad decidida con la que compareció bajo el sol.

CON EL VIENTO DE COLA // Fue temprano. Y, equivocado por las sensaciones que tenía, el Barça se recostó, reconfortado en racha, en el viento de cola que lleva y en el que se apoyó en el primer tiempo para tomar ventaja. La inercia le empujó a un nuevo remate de Luis Suárez antes de que el tridente desapareciera, en un descanso activo sobre el césped para reservarse de cara a citas más cruciales, que las habrá.

Se notó la mano de Rubi, que fue retocando el dibujo del equipo a su conveniencia. El Barça siguió tan campante, hubiera delante un centro del campo en rombo, una línea de cuatro jugadores o solo tres, más tres puntas. Rubi detectó la vulnerabilidad de Alves y Alba y les metió un extremo a cada uno. De paso, desconectó a los centrocampistas del Barça y, por consiguiente, a los delanteros.

De hecho gozó de ocasiones e incluso estrelló un balón en la madera que alertó a Luis Enrique, que metió a Busquets y Vidal por Rakitic y Alves en busca de tener un control que solo poseyó en el marcador. Al final, sin brillo. Suárez consiguió ahorrar unos segundos de angustia. H