Días oscuros para Josep Maria Bartomeu. Días tenebrosos incluso porque el Barça, convertido en actor secundario del mercado de fichajes tras completar, muy a su pesar, la venta más cara de su historia (Neymar) y verse obligado a firmar su fichaje más caro (Dembélé), anda sumergido en un período depresivo, con el presidente cuestionado por un verano negro, enfrentándose, además, a la moción de censura que ha activado Agustí Benedito.

Bajo presión anda Bartomeu porque los pilares («tenemos triplete y tenemos tridente») sobre los que edificó su contundente triunfo en las elecciones del 2015 (25.823 votos) han quedado dinamitados. La foto que le llevó a derrotar a Laporta, Benedito y Freixa ya no existe. Pertenece al pasado, al igual que el triplete. Por no tener, no tiene todavía la foto que le garantizaría la verdadera tranquilidad. Esa imagen con Messi a su lado firmando la renovación hasta el 2021, aunque el club sostiene que no hay problema alguno. Que el acuerdo es total y no pasa nada. Pero hasta que no llegue, eleva la presión sobre el presidente, dañado en su credibilidad por la mala planificación deportiva de este verano.

Clima de nervios / El Barça no supo que Neymar se iba. Y cuando se enteró, no solo era tarde sino que no tuvo respuestas adecuadas, en lo que Albert Soler calificó como «un mercado inflacionado». Dejó el club sensación de debilidad, incapaz de alcanzar sus objetivos, generando una sensación de frustración. «No somos nuevos, llevamos unos cuantos años, esta es la séptima temporada y sabemos de qué va esto», dijo Bartomeu a El Periódico el 13 de julio intentando trasladar un mensaje de calma por la falta de refuerzos en las primeras semanas de mercado. Antes, claro, de que estallara el caso Neymar. Se refería a su rol primero como vicepresidente deportivo con Rosell (del 2010 a enero del 2014) y luego ya como presidente.

En agosto, todo cambió. Se fue el brasileño al París SG y desapareció el tridente, la imagen de marca mundial del equipo y del propio presidente. Desde entonces anda el Barç en un período de confusión y nervios, que ha aumentado aún más la presión sobre Bartomeu, quien comprobó que el enfado por esa errática y desconcertante política de fichajes quedó visualizado en la presentación del joven Dembélé.

Había casi 20.000 personas en el Camp Nou. Debía ser una jornada festiva para saludar la llegada del fichaje más caro del club. Pero se escucharon gritos de «¡Bartomeu, dimisión!» en el estadio ante la tardanza en aparecer del delantero francés por un problema burocrático en su liquidación con el Dortmund.