Dejando a un lado ese ruido de las protestas, las que ha habido y las que se avecinan, lo cierto es que la clasificación para la segunda fase y el sorteo ha animado al personal. Fiel a lo que significa ser del Castellón, se ha pasado de verlo todo negro (caer eliminado por el Poblense) al blanco, que significa aguardar a un adversario y en la tercera y última ronda. Una sensación de liberación que, en cierto modo, también amenaza con instalarse en el vestuario, algo de lo que no quiere oír ni hablar Manu Calleja, así como los que vivieron, muy de cerca, el KO con el Haro.

El cántabro aprovechó ayer para avisar a sus jugadores del peligro de creerse superiores a la Peña Sport. Nadie niega que, de los posibles rivales que podían tocar en el sorteo del lunes (esto es, campeones de grupo eliminados por otros como ellos, pero que cuentan con el comodín de reengancharse a la lucha por el ascenso), el conjunto de Tafalla era de los más apetecibles. Pero Calleja, que ya ha tenido tiempo para analizarlo en profundidad, comenzaba a advertirles a los suyos de que, confianzas, ni una.

ESPINA CLAVADA // Calleja lleva varios días rememorando, muy a su pesar, la mala experiencia que ha tenido en estos play-off de ascenso a Segunda B (aún no ha conseguido subir) frente a equipos navarros. La última muy reciente: el año pasado, con el Conquense, se trajo un 0-0 del campo del Mutilvera, que, contra pronóstico, empató a uno en La Fuensanta y subió, pese a que los manchegos desperdiciaron un montón de ocasiones para sentenciar.

De hace un par de campañas siguen pocos (de hecho, solo Guille Vázquez y también Pruden). Lo del Haro fue inenarrable, tanto lo que sucedió en La Rioja como en Castalia. La sensación que dio es que el Castellón era netamente superior, pero, por penaltis, se esfumó el sueño del ascenso, ya definitivamente, después de haber sido campeón de grupo y haber caído contra el Linares. En muchos aspectos, el Haro puede recordar a la Peña Sport.

Así transcurren los preparativos del primer asalto contra los navarros (el domingo en Castalia, a las seis de la tarde), tratando de adaptarse a un cada vez más deteriorado terreno de juego y combatiendo la fatiga. Sin Yagüe (sancionado) ni Abraham (lesionado), Calleja cruza los dedos para disponer de todos los demás.