El Viillarreal dependía de sí mismo para tomar ventaja en la carrera por la permanencia, pero falló. Pena máxima para un equipo que volvió a jugar bien al fútbol, pero no ganó una vez más, completando una semana horrorosa con dos derrotas ante el Betis y Celta y un empate con el Barça con sabor amargo por el desenlace final. Un punto de 9, cuando pudieron ser, como mínimo, 7. Y perdió fallando un penalti al borde del minuto 90, errado por su mejor futbolista: Santi Cazorla. No se cometieron apenas errores, se ofreció una versión mucho más fiable, se compitió bien, acorralando al rival en el tramo final, pero se perdió. Y el Submarino acaba la jornada 31 en puestos de descenso, empatado a puntos con el Valladolid. Injusto, pero real. Restan siete jornadas y un próximo partido en Girona, que vuelve a ser otra final más. El Villarreal volvió a recibir un castigo cruel. Ahora ya ni de penalti en el último suspiro. Sufrir, sufrir y sufrir. No hay más.

El Submarino sigue en la onda del buen juego. Calleja ha logrado mantener la identidad del trato afable del balón mientras se progresa en la estabilidad táctica. El Betis mantiene muchas similitudes en sus mecanismos con el Submarino. Es un bloque que funciona a arreones y al que le gusta mas atacar que defender. Sin embargo, ambos se respetaron al máximo y se cuidaron de guardar bien las espaldas en el Benito Villamarín, en un terreno de juego muy rápido y un tanto resbaladizo por las lluvias.

Setién debió visionar el Villarreal-Barça del martes y se cuidó de dejar espacios libres para frenar las contras de Ekambi y Chukwueze. Calleja ordenó una presión muy adelantada para tapar la salida de un balón de un rival que, como su equipo, intenta canalizar su fútbol desde la primera línea de creación. Y una vez más tuvo que ir contra el marcador puesto que a los 11 minutos, un pase interior de Guardado se filtró por en medio de dos centrales amarillos y dejó a Lo Celso solo ante Asenjo, mandándole una vaselina por encima de su salida. El golpe duró un minuto de tiempo real de juego, pues en la siguiente acción Funes Mori se elevó entre medio de la zaga bélica y superó a Pau López empatando. Se volvía empezar de cero.

LESIÓN / Hasta que Calleja tuvo que resolver sobre la marcha un nuevo problema con la lesión de Bonera al interceptar un balón en el área. Un hándicap cuando quieres jugar con tres centrales y solo te quedan dos disponibles. El técnico procesó rápidamente los datos y decidió lo menos lesivo para el funcionamiento global del equipo y el Villarreal pasó a defensa de cuatro, Cáseres ocupó la posición de medio defensivo e Iborra se colocó como enlace entre medular y ataque: 4-3-1-2.

Cazorla y Canales asumieron el rol de impulsores del fútbol creativo por cada bando. El partido parecía tan abierto, como cerrado. Lo primero porque el resultado era incierto y el marcador no tenía un dueño definido. Y cerrado, porque ni Betis ni Villarreal se destapaban y se profesaban respeto. Canales proyectaba la idea jugona de los béticos, y Cazorla portaba la bandera del fútbol romántico que gusta a los groguets, y lanzó un libre directo de forma magistral, pero Pau López también demostró que es un portero top. Con ese escenario de igualdad finalizó el primer acto.

VARIACIÓN // La segunda parte fue diferente. El Betis, libre de presiones y sin ataduras psicológicas, comenzó a jugar como un equipo de Setién, volcado al área rival de forma compulsiva, iniciando lo que podría ser un intercambio de golpes, pero el Villarreal se hizo pequeño y el Betis gigante.

El balón era verdiblanco y el Villarreal era el niño que siempre corre detrás de la pelota en los rondos. Canales movía a los suyos a control remoto y el equipo de Calleja sufría. Tampoco era el día de Samu y Ekambi, aunque en defensa de ambos, el suministro de balones era mínimo, porque el Submarino vivía atrincherado delante de Asenjo. Y con ese panorama, después de varios ays cayó el 2-1, obra de Lo Celso.

Calleja dio entrada a Bacca, como salvavidas y Setién empezó a pensar el partido por excelencia de Sevilla, contra el eterno rival y quitó a Canales y luego Lo Celso. El Villarreal estaba atascado, como si la presión nuevamente hubiera paralizado la mente y nublado sus ideas. El último recurso era la heroica y el técnico se la jugó con tres puntas e Iborra decantado más hacia arriba que a defender. La salida de Gerard Moreno era un todo a una carta.

PENALTI // El Villarreal se estiró hacia el área rival. Nunca perdió la fe y buscó ese tanto que hubiera valido su peso en oro. Y llegó esa oportunidad esperada. Un centro sobre el área de Mario se topó con las manos abiertas de Bartra. Penalti de libro, verificado por el VAR. El mejor jugador del Submarino agarró la pelota, se cargó la responsabilidad a la espalda. Una penalti ejecutado por Cazorla es un 85% de posibilidades que acabe en gol en cualquier circunstancia normal. Pero esta temporada no hay nada que pueda ser considerado lógico. El mejor tiró el peor penalti de su vida. Lo lanzó horrorosamente mal, por el centro y sin fuerza. Un regalo para Pau. Un regalo para el Betis. Una tonelada más de sufrimiento a la espalda. Es el destino de este equipo. Anoche el Villarreal no mereció ese castigo tan grande. Ni su fútbol ni su estilo.

LUNES

8 DE ABRIL DEL 2019

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