DOMINGO

31 DE MARZO DEL 2019

66

El fútbol es lo que es por partidos como el de Balaídos. El Celta estaba noqueado, totalmente hundido y, con el 0-2, con un pie en Segunda A. Un guion propio de maestro del suspense y creado con imaginación para sorprender hasta al más imaginativo de los espectadores. El Villarreal fue el hilo de una historia tan increíble pero real, con intercambio de roles. Un Celta atacado por la ansiedad que en el minuto 15 había recibido dos tantos y que pudo marcharse al descanso con una goleada. Un Villarreal tranquilo y seguro de sí mismo, que parecía un equipo que luchaba por estar arriba. Y un cambio de papeles insospechado a la salida de vestuarios. El encuentro mutó del amarillo al celeste de forma radical. Escribá gestó su venganza y dejó tocado a su exequipo con una segunda parte que fue el triunfo de la fe de Balaídos. La afición del Celta fue el corazón, el alma y mucho más de su equipo. Nunca dejó de animar ni de creer, ni con el 0-2. Y obró el milagro. Un partido asombroso e inverosímil que concluyó con un 3-2 que nadie hubiera vaticinado. El Submarino volvió a ser víctima de sus fantasmas y no supo manejar un escenario que tuvo a favor desde el principio. Con ese 0-2, el equipo de Calleja no supo estar en el campo y el técnico tampoco acertó en los cambios ni en el planteamiento en un partido que tenía ganado. Ahora solo queda que seguir peleando. El Villarreal continúa dependiendo de sí mismo, y a eso hay que agarrarse.

Todo comenzó bien. Calleja colocó al debutante Quintillà, carrilero zurdo del B, en la banda contraria. Confió en la inteligencia táctica y una visión de juego especial, la de Morlanes, complemento de Cazorla. Todo funcionó bien en la primera párate. El Villarreal saltó con seis jugadores formados en Miralcamp y tienen la genética grogueta en su fútbol: Mario, Cazorla, Pedraza, Morlanes, Chukwueze y Quintillà.

PARA FROTARSE LAS MANOS // La final arrancó de forma que ni el más optimista seguidor amarillo hubiera vaticinado. Al cuarto de hora, el Submarino ganaba 0-2, pero lo más sorprendente es que pudo marcharse al descanso con una goleada de escándalo. El Celta sufría muchísimo para frenar a Toko-Ekambi y Chukwueze, cuya velocidad ponía en evidencia la lentitud de su zaga. El camerunés abrió la lata a los 11 minutos, rematando en el área pequeña un pase de la muerte de Mario. Y cuatro minutos después, un eslálon maradoniano de Pedraza de 35 metros, driblando en carrera a todos los rivales que se le interpusieron en el camino concluyó con el 0-2. Un golazo que silenciaba Balaídos y que acrecentaba la ansiedad del Celta.

El Villarreal solo tenía que hacer largo el partido y dejar pasar los minutos, pero siguió buscando el gol y rompiendo al Celta en cada jugada. Los amarillos tuvieron en las botas de Toko-Ekambi oportunidades para machacar, pero éste no estuvo preciso y dejaba vivo al rival con cada fallo.

El Celta volvió a la vida en un lanzamiento magistral de Iago Aspas en un libre directo. Balaídos volvía a soñar con el 1-2 y se aferraba a la Primera División con fuerza, mucha más que la demostraba un Celta renqueante, nervioso y atacado por su situación y sus nervios.

Toko-Ekambi tuvo el 1-3, pero volvió a fallar con el estoque. Cada error en ataque de los amarillos suponía una tazón de tila para el Celta, que fue reponiéndose y encerrando al Villarreal. Los nervios cambiaron de camiseta. El Submarino se echó atrás con miedo y sensaciones distintas a las que transmitía en la primera parte. Y cayó el 2-2, en un despiste en el marcaje de Álvaro, quien siguió con la mirada el vuelo de Maxi Gómez con el que cabeceó de forma placentera a la red.

PARA LLORAR // El partido había dado un vuelco radical. Momentos de desconcierto en el Villarreal, que se vino abajo de forma directamente proporcional a como el Celta crecía, llevado en volandas por el ambiente mágico que Balaídos construyó alrededor de los suyos. Los vigueses tuvieron la recompensa en el minuto 86, con un penalti de Víctor Ruiz a Brais Méndez. Tras la deliberación del VAR, Iago Aspas rubricó la remontada que convertía Balaídos en una fiesta.

El Celta ganó su final y deja la pelea por la permanencia en un pañuelo. El Villarreal derrochó una renta de dos goles y se complicó la permanencia. Depende de sí mismo, pero perdió algo más que un encuentro y volvió a pegarse un tiro en el pie.