Dios salve al Rey decía la pancarta que se desplegó en el Camp Nou antes de empezar. Entre medio, el retrato de dios y del rey, fusionadas en una sola persona. Pequeñita de tamaño, gigantesca de volumen, colosal en dimensiones. A veces se merece los dos términos al unísono. Como en la eliminación de un Chelsea más trabajada y sufrida de lo que sugiere el marcador. Messi destruyó al campeón inglés con dos obuses rasos que coló entre las piernas de Courtois y una asistencia a Dembélé.

Los ocho partidos que había coleccionado en su carrera sin marcar al Chelsea, terminaron de forma abrupta con los tres que ha anotado en el cómputo de la eliminatoria. El de Londres fue divino para atemperar el de Willian y los dos del Camp Nou fueron tan majestuosos que alcanzó la mágica cifra de los 100 tantos en la Champions. El regreso a la Champions desató la euforia en el Camp Nou por el inmisericorde vapuleo propinado al Chelsea, causante de tantos disgustos. También sufridos por Messi. El cuadro inglés se mostró formidable en su empeño, mucho mejor y más valiente que en Stamford Bridge, y remató dos veces a la madera, aparte de acallar por momentos al Camp Nou con los vertiginosos ataques de Willian y, en menor medida, de un Hazard efervescente que desapareció pronto. El Barça anotó tras sendos robos y al contraataque, de la mano de Messi.

La ventaja mullida del 2-0 tranquilizó al Barça, que vivía momentos de zozobra pese a que ya tenía el resultado que quería. En realidad, pasó por varios momentos de inquietud cuando el Chelsea hizo largas combinaciones. Willian y Hazard, los extremos, disfrutaron como enanos en la amplia pradera del Camp Nou. Los dos partían de la banda y, lejos de atacar a Sergi Roberto y Alba, se buscaban por el centro para terminar la jugada. Giroud andaba por allí para entretener a Piqué y Umtiti. Los laterales no seguían a sus pares, lo que creó instantes de pavor en los aledaños del área barcelonista.

El Chelsea asustó, pero fue el Barça el que pegó. Rakitic y Busquets se instalaron en el doble pivote como red protectora a una línea formada por Dembelé, Messi e Iniesta. El dios y el rey decidió la eliminatoria y organizó la fiesta para que André Gomes fuera ovacionado al entrar y Pedro pudiera despedirse de la que fue su casa. La de Messi.