Muchas veces he criticado a la federación valenciana, bajo la cual hay decenas de clubs y miles de jugadores provinciales, pero aplaudo iniciativas como la que puso en marcha el viernes, la celebración de un congreso de fútbol base con un claro objetivo: la erradicación de la violencia desde la misma base.

La principal conclusión es la creación de una carnet por puntos para padres que, a imagen y semejanza del de conducir, penalice la conducta impropia en una instalación deportiva.

No es medida definitiva, pero sí se actúa contra uno de los focos más problemáticos en torno al fútbol base. No es contemporáneo, sino algo que ya viví yo allá en mis lejanos tiempos de aspirante a futbolista profesional (la verdad, mi mediocridad tampoco me permitía hacerme muchas ilusiones) y, hace más de dos décadas, cuando comencé a ejercer esta bendita profesión en publicaciones de deporte base.

No tiene nada que ver, aunque este fin de semana ha sido noticia la batalla campal, en Vitoria, entre supuestos aficionados del Alavés y el Racing de Santander. Viene a colación porque hay que continuar incidiendo en la concienciación, desde cualquier ámbito y a edades lo más tempranas posibles, para que nadie, en nombre del fútbol, vaya armado por ahí con un bate, arremeta contra todo y contra todos los que se le pongan por delante en su locura y termine mandando a uno a la UVI, todo con el pretexto de ser aficionado a un equipo.