El espíritu seguirá vivo y el mito aumentará. Ha desaparecido la persona física, el ente humano llamado Hendrik Johannes Cruyff, el futbolista más grande de Europa, uno de los cinco mejores de todos los tiempos y el entrenador más influyente del mundo. Un personaje clave en la historia del Barça, al que le dio títulos como futbolista en los años setenta y como técnico en los noventa. Le dio muchas cosas más, intangibles más valiosos que el peso del vil metal: gloria, reconocimiento, imagen, respeto, admiración...

En la tierra de los mortales queda la obra de Cruyff, que sucumbió al partido contra al cáncer de pulmón que le diagnosticaron en octubre. Un rival terrible, imbatible. Se rodeó de los mejores, antes compañeros, luego futbolistas, ahora médicos, y entró en el hospital con optimismo, confiado en su buena estrella. Intuía que iba ganando el partido, y lo perdió, en un desenlace inesperado.

Sucedió el jueves al mediodía, cuando la cuenta de Johan Cruyff en Twitter informaba del fallecimiento, al tiempo que reclamaba privacidad para la familia en el duelo por la pérdida. Una oleada inacabable de dolor se desató en la pelota mundial por la indiscutible contribución de Johan al fútbol. Un genio reconocido incluso por sus adversarios. El Madrid guardó un minuto de silencio antes del entrenamiento de ayer.

El hermano, el genio // “Un hermano”, escribió Franz Beckenbauer. “El hombre que hizo el fútbol más maravilloso que nadie en el mundo”, contó Gary Lineker, sin ningún atisbo de acritud pese a que fue despedido tras la primera temporada de Cruyff como entrenador en el Camp Nou. Era el comienzo de la segunda etapa azulgrana del astro holandés, diez años después (1978), y reclamado por el mismo presidente, Josep Lluís Núñez, que le había despedido la primera vez.

Cruyff aterrizó de nuevo en Barcelona para sofocar el incendio que abrasaba al club, con el motín del Hesperia por el que los futbolistas sugerían la renuncia de Núñez. Una Recopa y una Copa dieron tiempo a que enraizara la semilla que estaba plantando. Lo que sembró Johan fue una idea sólida que ha soportado llamaradas y ventiscas, 20 años de vigencia, y cuyos discípulos, aquellos privilegiados que la aprendieron, escuchándola del Profeta del gol se han jurado mantener.

Cruyff fue el entrenador que llevó la primera Copa de Europa al Camp Nou y enterró la supremacía del Madrid con cuatro Ligas consecutivas. Su acusada personalidad le granjeó detractores, pero la filosofía que inculcó es hoy un libro de estilo que guía al Barça. No solo en el día a día, sino también como negocio. El club tiene repartidas por el mundo escuelas de fútbol donde se enseña la interpretación del juego a partir de las consignas de Cruyff.

Nada, sin embargo, comparable, con la proyección que ha adquirido el equipo siguiendo el camino iluminado por Johan. Después de jugador y entrenador, ayudó a Joan Laporta al ascender a la presidencia, a Begiristain para elegir bien desde la secretaría técnica y a Frank Rijkaard y a Pep Guardiola. Ninguno sigue en el club. Permanece el germen sobre el que se ha impulsado Luis Enrique, uno de los últimos fichajes del Cruyff entrenador al que no llegó a dirigir, despedido por Núñez a dos jornadas del final de la Liga 95-96 para cerrar el interminable pulso que mantenían.

Las última gesta de Johan fue que los ocho presidentes del Barça se unieran para firmar una carta en la que reconocían sus méritos. La jugada maestra. Cruyff ha muerto a los 68 años. El cruyffismo es eterno. H