Se tenía mucho respeto a la visita del Levante por el gran esfuerzo realizado en Nápoles y por la obligación de efectuar una profunda reestructuración del once para dar descanso al armazón del equipo. Pero la maquinaria continuó funcionado con la misma precisión e igual rendimiento. Incluso mejor. El 3-0 fue contundente en un partido al que le sobró más de media hora. Y los tres puntos dejan un sabor a sumar casi cuatro, con una racha como invicto que se extiende a 13 partidos de Liga. Casi nada. El Submarino Invictus es cuarto, a solo dos puntos del Real Madrid.

Este Villarreal despide aroma de Champions. No solo porque ha consolidado su cuarta plaza, que salvo cataclismo parece casi imposible que Sevilla o Celta puedan ponerla en peligro, sino también porque la tercera posición que ocupa un Madrid más terrenal que nunca, se halla a solo dos puntos de los torpedos del Submarino cuando han transcurrido 26 jornadas de Liga. El aroma Champions no es solo una cuestión de números, también de sensaciones. Y las que ofrece este equipo son buenas en todas las facetas.

Ayer también dieron la cara, y de qué manera, los menos habituales en el once. La alineación se armó con hasta ocho cambios con novedades importantes en todas las líneas del equipo. Renovada defensa con Bailly y Adrián Marín en los dos laterales, en esta ocasión con el marfileño en la banda derecha, y Bonera formando tándem con Musacchio en el centro de la zaga. Cambios en las bandas con Nahuel Leiva y Castillejo, y un ataque nuevo con Adrián López y Leo Baptistao. Variaciones muchas, pero nada fue diferente ni en el esfuerzo, ni en el orden táctico, ni en el rendimiento defensivo, y mucho menos en el poder ofensivo, que fue, incluso, superior al de otros partidos.