Siempre podré decir en un futuro que yo era el entrenador cuando Iniesta dejó el Barça», reflexionaba Ernesto Valverde, considerándose testigo y participante de un momento histórico. Lo era. Por dos motivos principales: por la celebración del doblete en su primera campaña en el Barça y por la ceremonia de despedida de Andrés Iniesta, el jugador más laureado de la historia del club con 32 títulos. Los mismos que Leo Messi (Bota de Oro), que con un poco de suerte los superará muy pronto. Los dos pequeños que quedaban en el equipo jugaron juntos por última vez. Messi apareció en el minuto 66, pero Iniesta fue relevado en el 80. Apenas 14 minutos. «Quería cambiarlo un poco más adelante. Estaba coincidiendo con Leo en el campo, que se entienden muy bien», lamentó el técnico culé.

En ese momento acababa una era en el equipo. « La gente ha podido despedirse de él dándole todo el cariño que se merece. Ha sido emocionante», dijo el técnico, que se fundió en un sentido abrazo con Iniesta en medio de un Camp Nou enardecido. «Le han hecho pasar un mal rato», añadió, al ver la cara descompuesta del futbolista con los cánticos constantes de los aficionados.

Valverde habló con la tranquilidad de no sentirse culpable por la marcha de Iniesta. Ni por haberla facilitado sentándole en el banco de suplentes. Al contrario. El capitán se va porque quiere, aunque acuse el desgaste de 15 años en la brecha del primer equipo. «Es un jugador único e irrepetible», concluyó el último entrenador que ha disfrutado del 8 infinito, leyenda del club.

TOMA LA PALABRA // Después de jugar su último partido, el protagonista de la noche se despidió de la que durante 16 temporadas fue su afición, que siempre llevará en su corazón. «Hoy es un día difícil, pero han sido 22 años maravillosos, ha sido un orgullo y un placer defender y representar este escudo, para mí el mejor club del mundo», apuntó, con la voz entrecortada, Iniesta en plena celebración por el doblete.

«Gracias a todos mis compañeros, a todos y cada uno, os voy a echar mucho de menos; y gracias a mi afición por todo el cariño y respeto que me habéis hecho sentir. Me voy con 34 años, como un hombre, gracias por todo este último mes que me habéis pedido que me quedase», añadió.

LESIÓN DE DEMBÉLÉ // Antes de la fiesta de fin de temporada se jugó un partido intrascendente. De la barbacoa del sábado a la costellada del domingo. La plantilla del Barça invitó a la de la Real Sociedad para celebrar una distendida despedida liguera, conscientes todos, los jugadores, de que lo importante se cocía antes y después de los 90 minutos. Lo de menos era el partido. Como si sobrara, dedicaron el esfuerzo justo en un ambiente fraternal, con unos pensando en las vacaciones y otros escondiendo la pierna para no despedirse del Mundial.

Dembélé le echó sal a una carne sosa e insípida, jugueteando con quiebros y requiebros, pero a Raúl Navas no le gustó tanta hiperactividad y volteó al francés con tanta aparatosidad que a punto estuvo de echar por tierra el amistoso convite. Su entradón le dejó un esguince fuerte a las puertas del Mundial.