El sábado, un futbolista daba rienda suelta a su alegría en el Estadio de Gran Canaria. Pablo Sanchez, exjugador del Sevilla, anotaba su primer gol con la camiseta amarilla. Era el 1-0 ante el Girona y, poco después, llegaba el 2-0; su autor lo celebraba con la misma ilusión que su compañero, aunque sus circunstancias son bien distintas. Para Marcos Márquez, esa ceremonia es totalmente cotidiana: era el gol número 55 del delantero andaluz en cuatro temporadas con los insulares.

LLEGÓ SIN HACER RUIDO La afición de la Unión Deportiva andaba escasa de ídolos en los últimos años. Lo ha encontrado en quien ahora lleva en su brazo el distintivo de capitán. Sin embargo, cuando llegó a la isla, Marcos Márquez no traía un currículo que invitaba a imaginar lo que, con posterioridad, iba a ser capaz de hacer. Tenía 28 años y, en su ya dilatada carrera, nunca había presentado cifras goleadoras notables, salvo en el Leganés.

Su debut con la elástica amarilla ya estuvo bautizado con el gol. Fue el 28 de agosto del 2005, en la visita al Universidad de Las Palmas. Mucho más valor tuvo el último que hizo en esa misma campaña. El sevillano anotó el 1-0 frente al Linares, un tanto histórico que suponía el ascenso a Segunda A. Solo por eso, ya iba a ser recordado como un héroe.

Pudo haber sus dudas sobre cuál podía ser su rendimiento en esa nueva etapa. Antes, en sus tres años en el Córdoba, apenas anotó seis goles. Las dudas parecieron confirmarse cuando, en 10 jornadas, Marcos Márquez solo había sido capaz de perforar las porterías en dos ocasiones. Pero, a partir de entonces, sacó el instinto asesino para ser un depredador implacable, siendo pichichi de la categoría con 21 dianas.

Los hubo de todas las clases pero, para la mayoría, el que le marcó al Castellón fue el mejor, no solo de esa temporada, sino de todos los que ha anotado vestido de amarillo. Con 0-0, en el minuto 81, le llegó a la frontal del área una pelota colgada. Venía alta, pero logró amortiguarla con la parte superior del pecho y bajarla, orientándola hacia fuera. De repente, el sevillano hizo una rápida maniobra, con un sombrero al central. Así, perfilándose hacia la portería, la empaló tal como caía, colándola por toda la escuadra. Un golazo.

EL RESURGIR En su tercera temporada, la pasada, las cosas no fueron bien al principio. Estuvo lesionado (de la jornada 10ª a la 18ª) y el equipo cayó al farolillo rojo. Cuando Márquez volvió, llevaba dos goles, ambos de penalti, el último en la cuarta jornada. Sin embargo, desde su regreso, materializó 13 más.

Ahora se ha quedado solo, prácticamente, en la responsabilidad de marcar. De los nueve goles del Las Palmas, seis han llevado su sello. Es, pues, el fiel reflejo de la Marcos Márquez dependencia.