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@josellizarraga

Le conocí apenas aterrizó en el Villarreal. Casi a la par que quien suscribe empezó a vivir profesionalmente en primera persona los avatares del club. Digamos que ambos hemos crecido en nuestra vida laboral de la mano del Villarreal. Hoy Fernando Roig Negueroles ha logrado quitarse la pesada etiqueta de ser hijo de un hombre con unas cualidades como persona y empresario especiales, además de un carisma estratosférico. No creo ni en la suerte ni en la magia y sí en el trabajo, coherencia, sensatez e inteligencia, virtudes que marcan el éxito, que el presidente ha aunado a su alrededor para levantar este proyecto del Villarreal. Pienso que si de algo debe estar orgulloso Fernando Roig es de haber logrado que el modelo del Villarreal haya pasado del mecenazgo a la autogestión y ofreciendo incluso beneficios. El gran responsable en la sombra es el consejero delegado. El pasado jueves aprendí un poco de fútbol y gestión de empresa durante la entrevista a Mediterráneo y que ayer publicamos, cargada de datos y cifras y en la que repasaba pasado, presente y futuro del club.

El tiempo pasa inexorablemente para todos, en algunos casos para madurar y formar. Observé que con solo 43 años, Roig Negueroles ha cogido poso y forma de gran gestor. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto hablando de fútbol y confieso que la charla me llenó personal y profesionalmente. Cuando alguien es capaz de reconocer que se ha equivocado en algunas cuestiones de su gestión y a la vez no saca pecho de los resultados de ella, se halla en el buen camino. Ese buen camino en el que se encuentra el Villarreal.

Siempre les he dicho que el fútbol le debe un título al Villarreal. Lo creo ciegamente, aunque mi buen amigo y compañero Javi Mata se encarga de corregirme una y otra vez de que en esto nadie debe nada a nadie, porque los triunfos hay que pelearlos y contraer méritos para ello. Sí, puede que tenga razón. He vivido noches agridulces con el Villarreal, como aquella del penalti fallado por Riquelme que podía conducir a la final de la Champions. O peor, la tarde del último descenso o la derrota en Anfield. Sí, fueron días duros, tanto como felices los de aquel desplazamiento de 10.000 groguets a Barcelona, el ascenso contra el Almería o cada vez que el Villarreal le tose en la cara a uno de los grandes. Si no se ha ganado un título, posiblemente, será porque aún falta algo. Pero el nombre del Villarreal está en el bombo para un día levantar esa copa que toda la gente que trabaja en el club se merece.

El Villarreal ha pasado de vivir del dinero de la familia Roig a generar ingresos de 115 millones de euros en una temporada, gastarse 60 millones en fichajes tras ingresar 54, o invertir 750.000 euros para promocionar el deporte de Castellón. Y no sé si es para sentirse todavía más orgulloso meter cada semana a más de 18.000 espectadores de media en el Madrigal. Todo parece tan fácil... y es tan difícil. El nombre del Villarreal se asocia a prestigio y buena gestión en la provincia, en España y lejos de nuestro país. No tardaremos en ver una escuela del Villarreal en EEUU.

Por eso pienso que lo importante es el concepto, la idea y la creencia en una idea de gestión. Un club que supera como el Villarreal los maremotos que sufrió este verano, con las salidas de Cordón o Marcelino, y logra que se olvide tan rápido la eliminación de la Champions, denota que está consolidado. Se fueron ellos y han cogido el relevo otros como Escribá, Ortells o Seguí y la pelota sigue rodando porque lo que importa es el Villarreal. Y les puedo asegurar que todo cuesta mucho. Detrás de cada decisión quedan en el camino muchas horas de trabajo. Parece que hay Villarreal para rato. Seguiremos aprendiendo de fútbol y también disfrutando con él.