SÁBADO

9 DE FEBRERO DEL 2019

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Un empate más... y un partido más sin ganar. Y un punto que sabe a muy poco. El Villarreal tuvo fases de buen fútbol, pero volvió a carecer de ese plus diferencial que necesita un equipo para sumar de tres. En Valladolid consiguió acabar con un cero en la portería de Asenjo, pero volvió a poner de manifiesto que marcar un gol es, para los amarillos, como subir al Himalaya con la pierna rota. Es decir, un imposible. Generó ocasiones pero, como siempre, las fallaron. Las jornadas van pasando… y las victorias no llegan. Un punto más ¿o dos puntos menos?

El Villarreal tardó 25 minutos en aliviar sus nervios y asentarse en el campo. La tensión de un partido vital para los amarillos hizo que los jugadores de Calleja comenzarán con una inseguridad que el Valladolid notó y aprovechó para ponerles en aprietos. La entrada en el encuentro del Submarino no fue buena. Los mismos hombres que arrollaron al Espanyol en la primera parte, alejando cualquier atisbo de nerviosismo, parecían un flan.

Calleja repitió once y sistema, pero la necesidad imperiosa de ganar y la amenaza del descenso metió el miedo a fallar en el cuerpo de los amarillos. Así, el Valladolid dispuso de dos buenas ocasiones: una la salvó Bonera bajo palos y la otra la desbarató Asenjo. El Villarreal no lograba tener el balón y cuando se hacía con él, le duraba muy poco. A falta de fútbol colectivo, Toko Ekambi y Pedraza tiraban del equipo en acciones individuales. Con Cazorla presionado por los pucelanos, con una vigilancia zonal cuyo objetivo era desconectar al cerebro groguet, más Fornals, totalmente fuera de onda, el Villarreal asomaba su peligro por la periferia.

Pero el paso de los minutos, fue calmando los nervios y asentando a los amarillos, cuya mejor medicina, ahora, es espantar sus propios fantasmas, lo que solo se logra alimentando la autoestima. El Villarreal iba ganando terreno y trasladando el miedo al Valladolid. Toko Ekambi, una vez más cayendo a banda y con espacios por delante, volvía loca a la zaga local. Un pase del camerunés dejó a Fornals solo, pero el remate del 8 salió sin veneno. La ocasión más clara del encuentro.

MÁS OCASIONES // La conexión Pedraza-Ekambi funcionaba a toda máquina. Solamente faltaba que el Villarreal hiciera lo que le está costando horrores esta temporada: el gol. Al filo del descanso, una jugada de manual, al estilo del Villarreal de antaño, entre Gerard, Fornals y Pedraza, acabó con un trallazo de éste que Masip salvó milagrosamente. El equipo de Calleja se marchó al vestuario con muy buenas sensaciones.

La segunda parte comenzó con claro dominio del Submarino. Miguelón y, sobre todo, Pedraza, rompieron una y otra ver por ambas bandas. La superioridad del Villarreal era total, pero la inocencia en el remate, uno de los graves problemas esta temporada, lastraba el buen fútbol de un equipo que jugaba sin miedo, pero que necesitaba el gol para ahuyentar sus pesadillas. El Villarreal tenía el balón y encerraba a su rival, pero el Valladolid defendía cómodamente, a la espera de sorprender al contragolpe. El paso de los minutos empezaba a meter el miedo en el cuerpo a los dos equipos.

Calleja se la jugó al todo o nada. El cambio de Bacca por Fornals parecía una apuesta para perseguir ese triunfo que tanto urge. El 0-0 era bueno para el Valladolid e insuficiente para los amarillos. Lejos de potenciar el juego ofensivo, el Villarreal se partió en dos y perdió el equilibrio que le había hecho dominador del juego. El Valladolid recuperó el aliento y pasó a controlar el partido, que entraba en la fase taquicárdica. Hubo dos sustos, uno por bando: un tiro lejano de Chukwueze que el efecto óptico convirtió en un gol más soñado que real; y un balón que se le escurrió a Asenjo, poniendo el corazón en un puño a los groguets.

Al final, un punto que solo pone una tirita en la herida de los amarillos. Un 0-0 que no saca de pobre al equipo de Calleja.