El sector primario de Castellón se enfrentará en los próximos años a una encrucijada que le obliga a replantearse, más allá de coyunturas y temporadas puntuales. Sin duda, la actual ha sido mala para muchos productores, pero no por ello la provincia sigue teniendo en su agricultura y ganadería un puntal económico para muchas familias. El siglo XXI se presenta como un tiempo de cambios en las estructuras y las formas productivas, no solo por la crisis de precios sino también por la adaptación a fenómenos como el cambio climático.

Siendo imprescindible afrontar la transición ecológica, lo urgente para las asociaciones de agricultores de la provincia es resolver la crisis de precios en la que está instalada el sector primario. Estas dificultades para hacer rentables las explotaciones, que en el caso de la citricultura han provocado decenas de abandonos tras esta pésima campaña, también afecta a otros tipos de cultivo como el olivo y la almendra. En el último caso, la rentabilidad que había dado este producto en años anteriores, especialmente en el interior, se ha evaporado los dos últimos años para desesperación de quienes habían invertido en fincas.

El secretario general de la Unió de Llauradors, Carles Peris, explicó que el objetivo principal en el que deben trabajar todos los actores es el de mitigar «el actual desequilibrio que se da en la cadena agroalimentaria, en la que siempre sale perdiendo el agricultor pese a que los consumidores pagan precios razonables por los productos». Para ello, explicó, es necesario trabajar en dos direcciones. Por una parte, el establecimiento de mecanismos correctores que garanticen «precios justos». Por el otro, la reversión de la competencia desleal que realizan terceros países, en especial los que se encuentran en vías de desarrollo, donde la mano de obra es más barata y en muchas ocasiones los controles fitosanitarios no son los adecuados.

MODERNIZACIÓN

Resolver la cuestión del precio es la premisa fundamental para hablar de futuro de la agricultura en la provincia, pues solo si las explotaciones son rentables puede existir un relevo generacional que hasta ahora se ha dado en cuentagotas. A partir de este supuesto y de la necesidad de que las administraciones colaboren con los cambios necesarios como lo hacen con otros sectores, tanto las empresas como los productores consultados reconocen que en los próximos años habrá que acometer modificaciones tanto en la estructura como en las variedades.

EL DEBATE DEL MINIFUNDISMO

Una cuestión que suscita debate es el futuro del minifundismo, tan arraigado en la provincia, y la idoneidad de modificar esta organización parcelaria (otra cosa es el cómo). Ni los sindicatos, ni la Plataforma per la Dignitat del Llaurador, ni los exportadores (así lo afirmó el presidente de Asociex, Jorge García, en una entrevista en Mediterráneo) son partidarios de ello. No obstante, la hasta ahora consellera del ramo, Elena Cebrián, sí ha realizado declaraciones públicas mostrándose a favor, y apuntó a la ley de Estructuras Agrarias como «una herramienta de primer orden para encarar ese desafío».

Otra de las cuestiones sobre las que el sector debe reflexionar es la ordenación varietal. En el caso de la citricultura esto afecta fundamentalmente a la clemenules, pues esta campaña ha evidenciado que los mercados no pueden absorber en apenas mes y medio toda la cantidad que se produce en Castellón.

En este punto, las organizaciones patronales y las compañías más fuertes ya han dado pasos para crear sus propias variedades, sujetas a royalties y que, por ello mismo, garantizan precios más competitivos. No obstante, una vez más, el pequeño productor es el que lo tiene más difícil para asumir los costes que suponen estas transformaciones. Es por ello que piden (también los empresarios) mayor dotación presupuestaria para convertir al Institut Valencià d’Investigacions Agràries (IVIA) en un instrumento puntero a nivel de investigación.

CAMBIO CLIMÁTICO

Un IVIA potente también sería muy útil a la hora de encarar los efectos del cambio climático, que obligará a buscar variedades tolerantes a periodos de sequía más largos, especialmente en el interior. Según un estudio reciente de la UJI, los cítricos, el viñedo y el olivar serían algunos de los cultvios más afectados.