El pasado día 27, después de 14 meses de negociaciones, la patronal Ascer y las federaciones sectoriales de UGT y CCOO alcanzaron un preacuerdo sobre el convenio colectivo del sector azulejero que permite dar estabilidad al sector en un momento de incertidumbre, garantizando al mismo tiempo el grueso de los derechos de las trabajadoras y trabajadores. Seguramente habrá representados de ambas partes que consideren que se ha cedido mucho o que se ha conseguido poco, ya saben que nunca es posible contentar a todos; lo que resulta evidente es que se ha alcanzado un acuerdo porque ambas partes han visto satisfechas sus pretensiones y porque, como suele ser habitual en el ámbito de la negociación colectiva, cuando se negocia para llegar a un acuerdo, independientemente del tiempo y de las dificultades, se alcanza.

El ámbito de las relaciones laborales ha dado muestras durante nuestra reciente historia democrática de la capacidad de los interlocutores sociales para alcanzar acuerdos que satisfaciendo sus propias pretensiones sirvieran tanto a los intereses de sus representados como a los de la ciudadanía en general, y en este tiempo no han faltado voces que han pretendido convertir cada acuerdo en una renuncia y cada pacto en una traición, sin querer reconocer que en democracia no hay otra opción que el acuerdo, que pactar no es claudicar y que incluso cuando se disfruta de una holgada mayoría o de una posición de fuerza, la imposición siempre acaba siendo un mal negocio, en primer lugar para el que la sufre, pero también para el que la aplica, y si no que se lo pregunten al PP.

Por eso en estos momentos resulta doblemente satisfactorio el acuerdo alcanzado con la patronal del sector cerámico, en primer lugar por su contenido y en segundo por el contexto político en el que se produce, en el que no es posible ninguna otra salida que no pase por el dialogo, la negociación y el acuerdo, ahora o tras unas nuevas elecciones. Así que si durante estas semanas ha quedado más o menos claro qué es a lo que nadie está dispuesto a renunciar, lo que vulgarmente se llama líneas rojas, ahora ya está llegando el momento en que las fuerzas políticas habrán de empezar a concretar aquellas medidas sobre las que sí están dispuestas a negociar para pactar. Y a este respecto no caben ni grandes declaraciones de intenciones ni generalidades ni retórica de campaña, ya que los graves problemas económicos, sociales, laborales, políticos e institucionales que siguen asolando a nuestro país y un mínimo de respeto a los ciudadanos y ciudadanas merecen que se pongan en serio a la tarea.

El pasado 20 de diciembre los ciudadanos y las ciudadanas hicieron una enmienda a la totalidad a la gestión y a la forma de gobernar del Partido Popular, así que pidieron cambio en las políticas y diálogo en forma de gobernar, ambos a la vez, lo que desde luego resulta bastante novedoso en nuestra reciente historia democrática, pero es que así es el pueblo y así es la democracia. En este nuevo escenario no basta con decir que se quiere negociar, sino que hay que acreditarlo, en primer lugar diciendo sobre qué, en segundo lugar negociando para pactar y en tercer lugar detallando lo pactado en un programa de gobierno. Lo que en el mundo del trabajo viene a ser plantear una plataforma reivindicativa, constituir la mesa negociadora, negociar y plasmar lo pactado en el texto del convenio. Además, en el ámbito laboral las partes negociadoras de un convenio colectivo están obligadas a negociar bajo el principio de buena fe que así dicho suena muy bien y que los tribunales han interpretado en los siguientes términos: no basta con sentarse en una mesa de negociación, sino que hay que demostrar talante negociador, tanto la empresa como los representantes de los trabajadores, y que no es una mera declaración de intenciones, sino que se trata de una obligación.

Es una pena que no esté normativizado este principio en el ámbito político y que haya estado tan de moda descalificar el pacto, unos, los que ya estaban, porque lo veían como una claudicación al encontrarse en posesión de la verdad y otros, los que acaban de llegar, porque supone pasar de la ruptura a la reforma; pero ahora ya no se trata de lo que le interesa a unos o a otros, sino de lo que han dicho los ciudadanos y ciudadanas a través de las urnas, y me da la impresión de que a todos les han dicho, en mayor o menor medida, aquello de ni contigo ni sin ti. H

*Secretario general de UGT-CS