Pasado el «momento emocional» del debate de investidura (expresión prestada de un diputado del PP), Pablo Casado ha decidido superar su discurso apocalíptico, los insultos que porfiaron sus compañeros de bancada a Pedro Sánchez en el Congreso y abrir una nueva etapa. Dejarse arrastrar por el estilo de Vox es una tentación, pero Casado ha concluido que no es lo que conviene a su partido ni tampoco a España.

«Nosotros no tenemos vocación de minoría indomable», afirmó de forma velada ayer sobre la formación de ultraderecha. «Tenemos ambición de mayoría imbatible. Porque la política no consiste en gritar muy fuerte sino en llegar muy lejos haciendo mucho», continuó. Y él cree que, «más pronto que tarde», los españoles volverán a encargarle «recuperar el progreso y el futuro de España».

El líder de los conservadores reunió a la junta directiva nacional de su formación, que incluye a barones, alcaldes, diputados, senadores y altos cargos de toda España, y se comprometió a escapar de la bronca, a no cavar ninguna «trinchera». No quiere, aseguró, un partido «desestabilizador ni bronco», «ni que llame asesino a nadie». Aunque eso no significa que el PP vaya a ser «ingenuo» ni «incauto». Marcará al Gobierno PSOE-Podemos de cerca y no le dará respiro, pero con una oposición «firme», con sentido de Estado y «propositiva».

Ninguno de los asistentes tomó la palabra tras escucharle y darle una gran ovación. Según fuentes de la dirección, Casado conversó los últimos días con varios de los barones, entre ellos el gallego, Alberto Núñez Feijóo, y el andaluz, Juanma Moreno, y tomó nota de sus sugerencias. Feijóo, que con toda probabilidad (si confirma su continuidad) se enfrentará a unas elecciones autonómicas este año, afirmó a su llegada a la reunión que los populares necesitan «firmeza y sentido de Estado», adelantando el tono de la intervención de su jefe de filas.

Casado dedicó varios minutos de su alocución a negar que «haya un PP duro» y otro «blando». En su opinión, es un debate falso que azuza la oposición con el ánimo de dividirles.

POLIÉDRICO / Pese a que la opinión pública ha podido ver ya varias caras de Casado en el año y medio que lleva al frente del partido (una, hasta abril, cuando insultó reiteradamente a Sánchez; otra más moderada hasta noviembre, y otra catastrofista en el debate de investidura), el jefe de filas de los populares afirmó que no se reconoce ni como «halcón» ni como «paloma». Él se ve más como «punto de encuentro», de esa España Suma con Ciudadanos que Inés Arrimadas le niega al menos por ahora.

Casado aspira, afirmó, a «cobijar a todo el constitucionalismo», incluidos a los socialdemócratas «huérfanos por la deriva del sanchismo». «Somos la fuerza tranquila de la España moderada, el valor seguro para garantizar la prosperidad y la libertad», exclamó el líder del PP.